La estupidez de seguir al loco
Hay que identificar y diagnosticar los aires que dominan para poder sortearlos. Estamos de regreso a la era del absurdo.
Es una época en que la razón y la realidad no coinciden. Es uno de esos momentos de la historia humana en los que se transforma la moral social y, acaso, se invierte.
Lo que hasta hace poco tiempo era tolerable, aceptable y merecía reconocimiento social se vuelve objeto del rechazo y la anulación. A la vez, lo que era impensable, indeseable e incluso se consideraba irracional no solamente sucede, sino que se acepta, se alienta y se aplaude.
Es una nueva era del absurdo.
En estas condiciones, los líderes del absurdo (en otros momentos inviables) encuentran el campo fértil para conducir a grandes grupos sociales dispuestos a seguirlos detrás de sus obsesiones y delirios hacia aventuras autodestructivas inimaginables.
El fervor patriótico y nacionalista puede ser similar y tan radical como cualquier extrema fe ciega religiosa. Usar y hacerle caso a la razón es una limitante y un estorbo. No es necesaria. Lo que importa es la emoción del momento. Las peores locuras y sacrificios serán posibles por una causa que no es comprensible para quien la sigue pero que “se siente y emociona”.
Sucedió hace casi un siglo y el resultado fue una de las mayores catástrofes humanas de la historia moderna: las dos guerras mundiales con todas sus secuelas de víctimas y destrucción.
Es la relación entre la estupidez y la locura, siguiendo a Umberto Eco quien nos advirtió antes de irse que, en medio de los grandes cambios tecnológicos, comunicacionales, poblacionales y culturales del Siglo XXI -mismos que no sabemos entender, nombrar y mucho menos gestionar-, estamos en un ferviente tránsito de la estupidez rumbo a la locura. Hasta que la resaca nos saque del trance.
Efectivamente, cada día vemos cómo en la vida pública de nuestro entorno, de nuestros países y del mundo sucede lo impensable. Lo racional se hace indeseable en la realidad. Sucede con el beneplácito de insólitas mayorías sociales.
Cuando todo esto sucedió antes, la razón no solamente fue desplazada por la sinrazón
sino que fue humillada, perseguida y castigada por ella. Pensar se convierte en subversivo y amenazante. Pensar diferente a los cánones establecidos por la nueva moral social puede ser fatal.
La polarización sustituye a cualquier intento de explicación y de entendimiento. No hay punto medio ni posibilidades de acuerdo.
“Estás conmigo o contra mí.” Y, a veces, simplemente “eres mi contrario porque existes.
Porque existes de una forma que no acepto que existas y deberás ser extinguido.”
Estamos de vuelta, pues, en la era del absurdo. El surrealismo.
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