Bicicleta en reversa


No todas las restricciones pasan por el tamiz de la censura ajena: basta con la de la propia cabeza. La llaman con ciencia aunque regularmente no procede ni del centro de investigaciones ni de la escuela. Los límites de su instrucción transitan indistintamente por el asfalto o la terracería. La carga es tan pesada como el peso de la desvergüenza. Para el beneplácito de los pesimistas...


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