LA EDUCACION ES PRIMERO

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Al revisar el texto de Andrés Oppenheimer, ¡Basta de Historias!, (Editorial Debate, México, 2010), se obliga el comentario.

Resultado de un trabajo periodístico alrededor del mundo para tratar de responder el porque diversos países de similar nivel de desarrollo, después de aplicar las mismas políticas reestructuradoras en las ultimas dos décadas, obtuvieron resultados económicos muy disparejos y nuevos niveles de desarrollo totalmente desiguales, Oppenheimer arriba a una conclusión que parece muy sencilla: todo se debe a la educación. Según ello, para países como los nuestros, en América Latina, es impostergable mejorar sustancialmente la educación, la ciencia, la tecnología y la innovación. Esa debiera ser la prioridad de las agendas nacionales, pero como no lo es, nuestros pueblos están pagando con creces las consecuencias sociales y económicas.

Los datos empíricos del estudio y sus resultados comparativos son contundentes, demoledores. Estamos fuera de las grandes ligas del mundo moderno debido, principalmente, a nuestros deficientes sistemas educativos, a la falta de planeación y de visión a largo plazo en el ramo, a la insuficiente inversión para preparar a nuestros niños y jóvenes, a la soberbia autocomplaciente que presupone que ya contamos con lo mejor en educación. Esto es, presumimos de una absoluta falta de humildad para reconocer que las cosas necesarias están aún por hacerse.

Nos gana la obsesión por el pasado y el desmedido uso político de la historia; el placer por desenterrar a nuestros honorables muertos y por sacar a pasear sus ataúdes. Nuestros grandes debates nacionales priorizan lo que ya pasó por sobre lo que debe suceder. No se trataría ahora de dejar de "hacer" historia o de rescatarla, sino de dimensionarla. Si se vale decirlo, la cuestión es como colocar al pasado en una posición más equitativa con el futuro, como catapulta y no como ancla. Cosa que, por cierto, están haciendo otros países (como los orientales) con milenario pasado histórico y raigambre cultural. Mientras nosotros seguimos en el debate para encontrar al mejor de los "ismos" (capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo, etc) ellos se han concentrado en el mas realista y eficaz para su desarrollo: el pragmatismo.

Agréguese la llamada ceguera periférica que nos impide voltear alrededor  para ver, conocer, aceptar y copiar (lo que nos convenga) aquello que esta haciendo el resto del mundo; así como el aislamiento cultural y académico que nos autoexcluye de trabajar con las universidades y los sistemas educativos del extranjero. Tenemos, comparativamente con los países mas dinámicos del mundo, demasiados estudiantes universitarios en derecho, psicología, sociología, filosofía e historia y muy pocos en ciencia e ingeniería. Y nuestros científicos cuando triunfan es afuera. 

Y de la inversión en educación, ni que decir: como ejemplo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) reporta cada año que México ocupa el último sitio en gasto por alumno de entre los 30 países que integran ese organismo internacional. Y el mismo penoso lugar se tiene en cuanto a los alumnos que egresan de secundaria y de preparatoria, con relación a los que inician.

En estas condiciones no hay, para nuestros países, manera alguna de ser protagonistas en la  moderna y predominante economía del conocimiento. El cambio debe ser, por lo tanto, radical. Cambio que pasa, necesariamente, por hacer del tema educativo la prioridad nacional y el centro de la agenda política latinoamericana. Y entiendo que ello tiene implicaciones no solo para los gobiernos sino también para toda la sociedad, es decir, atender el problema de la educación debe ser la columna vertebral de las agendas política y social.

Al revisar los comentarios que circular en las redes sociales respecto al libro llama la atención que predomine la difusión de la frase, "La educación es muy importante como para dejársela a los gobiernos", dando la falsa idea de que el énfasis del texto esta en privilegiar la educación privada por sobre la pública. Con ese fin es mejor quedarse con la frase que Oppenheimer le atribuye al expresidente colombiano Cesar Gaviria: "El problema de la desigualdad en Latinoamérica no es un problema de crecimiento económico, sino de educación"

Para no quedarnos en el lamento de la desigual situación de nuestros países ni a la espera de que sean otros los que la resuelvan, conviene actuar. Hacer difusión sobre la necesidad de que lo mas importante debe ser la educación. Realizar una campaña intensa exigiendo que los planes y programas de gobierno pongan por delante a la educación. Incluso quienes quieran gobernar o legislar deben tenerla como su punto prioritario. La educación es primero, esa debe ser la campaña: La educación es primero.

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