El día que se fue Mubarak


En el momento mismo en que por el mundo recorría la crónica de la caída de un gobierno de tres décadas en el lejano y milenario Egipto,  simultáneamente acudimos desde casi cualquier parte del planeta al surgimiento de un nuevo tipo de Redvolución Social estimulada por los modernos sistemas de comunicación, en los albores del Siglo XXI, especialmente por las llamadas redes sociales, que demuestran ser una herramienta que va más allá de un simple juego para amigos.
Quedo de manifiesto que en el mundo moderno las concentraciones masivas y las movilizaciones humanas siguen siendo las mismas. Los motivos siguen vivos: libertades, igualdad, democracia o lo que al deseo colectivo inspire. Las confrontaciones físicas de los pueblos en rebelión contra el poder y sus guardianes ahí están, inevitables. Las plazas llenas. La cuota de sangre. 
Pero la convocatoria y la acción ahora son ráfaga. Se articulan y se sostienen casi tan rápido como la información fluye. Hoy corre la voz fácilmente, por la voz misma (a muy largas distancias) y por los teclasos de la multiplicidad de aparatos de comunicación. Se restringen los márgenes para que desde el poder se mantenga la opacidad en la información. Tan vertiginoso fue este efecto, que ya a la de Egipto se le quiere llamar la primera revolución del ciberespacio.
Lo cierto es que los gobiernos autoritarios y fundamentalistas (de todo tinte y latitud) han intentado limitar el uso de las nuevas herramientas de comunicación e información. China entabló un largo conflicto con Google por restricciones a la información que le permitía a los jóvenes bajar toda la música que quisieran pero les restringía la posibilidad de enterarse de lo que estaba pasando en su ciudad. 
En algunos lugares del mundo árabe se suspendió el servicio de messenger de Blackberry por considerar que daba demasiada privacidad a los ciudadanos, afectando los controles del Estado.
Ahora en Túnez y en Egipto se pretendió suspender los servicios de Facebook y Twitter que, se dice, fueron los factores que ayudaron a activar una reacción social más rápida, eficaz, mejor informada, masiva y de menor costo en vidas.
Cunde la preocupación por el posible ejemplo y como lección inmediata algunos gobiernos ya se preguntan si sus cuerpos de seguridad deben ocuparse de manera especial en vigilar a los twitteros y encontrar por ahí a los rebeldes e insurgentes. Lo que es cierto es que a pesar de los intentos de control y de censura, en  estos días pudimos ver y escuchar, en tiempo real, en las pantallas de televisión a los reporteros del mundo proyectando los hechos egipcios por todos los medios modernos al alcance, Skype incluido.
La acción social sigue viva. Los pueblos se crecen, se rebelan, se transforman. El mundo parece el mismo.
Pero este es otro mundo.


Y a pesar de ello, la censura para el uso de internet (más allá de temas críticos como la pornografía) sigue siendo un tema delicado en algunos lugares del mundo. Checa datos en el siguiente enlace:
¿sigues pensando que la internet es libre?







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