No todos los reyes son monarcas

Defender públicamente los derechos humanos parece ser una de las actividades más riesgosas de la época. La nota de la temporada es la tragedia de la familia Reyes Salazar en Ciudad Juárez, Chihuahua. Están siendo eliminados, presas de asesinos misteriosos. Algunos decires vinculan el caso al llamado crimen organizado, aunque lo que hasta ahora se conoce públicamente es el activismo social de algunos de sus miembros.  Los sobrevivientes, más de 30, han tenido que resguardarse para salir del territorio y posiblemente del país. Los medios de comunicación dan cuenta de ese drama familiar que debería ser nacional.  El país entero está enterado pero guarda un silencio expectante. El colectivo parece estar a la espera del desenlace (o del siguiente asesinato) con actitud lejana, ajena. Nadie dice nada. No hay rechazo explícito. No hay grandes solicitudes de aclaración. No hay pedidos de justicia. Lo que hay son seis muertos, una familia destruida y una causa degradada. 

Pero no somos tan insensibles para todo, ¿como creen?:

A la periodista Carmen Aristegui la dieron de baja de los noticieros de MVS por hacer una pregunta "censurable" y el mundo se vino encima. La reprobable medida mereció inmediatamente mucha tinta, saliva, textos, teclasos, declaraciones, movilizaciones y escándalo nacional. Las redes sociales se atiborraron de denuncia y malestar.  La libertad de expresión estaba siendo asesinada y había que evitarlo a toda costa. El regreso de la periodista a su trabajo fue registrado por el colectivo de las causas justas como un triunfo contundente a su favor. La conciencia crítica de México estuvo a salvo. 

Caso similar ha sucedido en torno al intento de suspender la exhibición en espacios públicos del reportaje gráfico-película Presunto Culpable, por la demanda judicial de un involucrado en el caso que ahí se relata. Hasta el gobierno federal se ha tenido que deslindar ruidosamente de semejante atentado declarándose víctima y no responsable. Reacción ciudadana para romper el cerco de la pretendida censura: circula profusamente por las redes electrónicas la versión completa de la película "subida" a Youtube: ¡Que nadie se quede sin ver la infamia del sistema judicial!. (¿y de verdad les extraña?). Por sí misma, esta reacción ya representa un nuevo éxito de la conciencia crítica... y de la taquilla y fama de la película, desde luego.

Y de la justicia, ni que decir. Un ciudadano norteamericano empleado de sus servicios de migración fue ultimado por un misterioso comando en las carreteras del centro-norte de México. Qué decimos de conmoción nacional: crisis internacional. Más que rápido apareció el culpable, detenido y confeso, junto con el arma homicida. La expedita justicia encontró hasta al vendedor del arma en Texas: "norteamericanos venden armas a mexicanos para que maten a norteamericanos". Sanción para todos. El crimen no podía quedar impune.

¿No merecería el caso de los Reyes por lo menos un twittaso demandando un alto a la impunidad?.


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