Tratar de ser feliz y que te maten en el intento


Tiembla en Japón con tsunami incluído y me desvelo viendo, abrumado, sus efectos. No se si la naturaleza reclama por mí, conmigo o contra mí. Allá también sufren, pero cada quien sus terremotos y yo acabo de tener el mio.
Me subieron a la nube, me ilusionaron, me hicieron creer y cuando más entusiasmado estaba me dieron la consabida patada por... la espalda, derechito al vacío.
Las palabras me retumban en el oído. En el alma. Sin mediaciones, sin espacio para procesarlas, sin contemplaciones, sin margen de tiempo. Solo una nube negra para sufrirlas.
¡Cuelgas y te vas!, lo que te habías creído no te lo creas ...y ahí a ver como te las arreglas.
Ya estaba pensado, ya estaba decidido. No hubo puntos medios ni propuestas de paradas intermedias para reconsiderar. La sustitución estaba hecha. Fue cosa de que tuviera seguro lo suyo para que se decidiera a desangrar miserablemente lo mío.
Es la escuela utilitaria del "tener poder es tener amor"; de perder poder es perder amor. Por eso aparecieron los pretextos para acomodarse con quien será más útil en la nueva circunstancia.
Los "te amo" de esos días eran sólo alucinógenos de una rara especialidad que le llaman "psicología inversa" o algo así. Una especie de terapia para estúpidos que confían en una palabra, en una foto o en una sonrisa. Truquito que te paraliza con un encantamiento fingido mientras te preparan la paliza.
Ya me veía alegremente reproducido, multiplicado y terminé siendo muchos... pedacitos.
Y como si no bastara,  como autojustificación, para calmar tantito su conciencia, humillante, con el cinismo propio de quien ya no necesita la servilleta, me hicieron saber que el numero de ilusionismo me lo había montado yo solito. Por ingenuo.     Y los ingenuos sólo se merecen el infierno.
Me quiero agarrar, en el naufragio, de un punto de respiro, inútil pero necesario: recuerdo que alguna vez supuse que le temía a la felicidad. Pago ahora el doloroso precio por atreverme a averiguarlo. ¡Le teme a la felicidad!.
El camino más fácil esta pavimentado de cobardía.  Tuvo miedo de caminar el empedrado para llegar seguro. Prefirió subirse a un nuevo vehículo para arribar más rápido a la orilla de sus obsesiones, de sus ambiciones.
Me quedo tirado al lado del camino, paralizado, con el sentimiento amargo y profundo por la pérdida sentimental más dolorosa que se me ha cruzado en mi propia vereda.
No hay consuelo. Sólo ciclos de la vida. Fatalidades.
¡Ah! pero canija vida como da vueltas. Y mientras haya vida...

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