Avanzan los (otros) duritos

El proceso es accidentado, lento pero consistente: se consolida la posibilidad de la salida dura a la actual crisis de seguridad y de estabilidad nacional.

Tal como se documenta en "Los Generales", la militarización de las acciones del gobierno federal adquirieron el carácter de prioridad fundamental desde el inicio la administración de Felipe Calderón y así han seguido a lo largo de la misma.

Al día de hoy también está sobradamente documentado que la llamada guerra contra el crimen organizado, en la cual han ido adquiriendo preeminencia las fuerzas armadas por sobre las demás instituciones policiacas y de seguridad, ha sido totalmente inútil para detener el creciente baño de sangre en que están sumidas varias regiones del país y que se gotea, cada vez más, por todo el territorio nacional.

Mientras más se presume el supuesto éxito de la estrategia de confrontación mas fosas aparecen con decenas cuerpos de inocentes masacrados y más vidas siguen cayendo por todo el país. La información que nos ha traído este abril no puede ser para el olvido. 

Y más acá de los muertos, entre los todavía vivos, las narcotienditas, los secuestros, las amenazas y las extorsiones siguen haciendo de las suyas. Son secretos a voces. Son dichos que se escuchan y que no se documentan. En muchos casos son presiones a negocios que se alinean, o que se cierran y se van. Estamos ante una circunstancia que rebasa todos los límites de la tolerancia y la institucionalidad. Por eso es cada vez más difícil ocultar y obviar los diferentes grados de irritación, de desesperación, de desmoralización que se viven y se expresan en la sociedad.

La respuesta oficial es el endurecimiento. No es sólo que los militares han venido cubriendo, en casi todo el país, las funciones de las policías estatales y municipales, sino que ahora se pretende hacer su intervención con mayor cobertura legal, con mayor radio de acción y con mayores facultades lo cual puede generar una condición con un impacto social cada vez más peligroso. 

La mano dura está que le gana la partida a la política. No hay ni de lejos políticas públicas con orientación social destinadas a la prevención del delito. Tampoco las hay, con posibilidades de ser efectivas, para reorientar la economía y las condiciones laborales que generen empleos y detengan el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población, para no hablar ya de la necesaria convocatoria, con voluntad de todas las partes, para un gran acuerdo nacional que de salida mediante el diálogo institucional y el compromiso de todas las partes a la situación de crisis.

Las invitaciones de Caderón a la "unidad nacional" son peores que las llamadas a misa (a la iglesia si le asisten sus feligreses). No tiene legitimidad. No le alcanza la convocatoria y los actores políticos juegan a que este deterioro es la posibilidad de su propio y próximo éxito electoral, especialmente el PRI, lo cual ya es considerado como un verdadero retroceso para el país.

Cuando la sociedad se organiza y reclama "si no pueden, que se vayan" y no se dice por quién quieren que se sustituyan, los priístas piensan que están corriendo a los panistas (para que ellos regresen), pero los militares pueden tener en mente que están largando a los civiles para que se hagan cargo los que sí pueden poner orden, o sea, ellos. ¿Y después, con la sociedad desplazada y nulificada, quién va a poner orden en el nuevo orden?


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