Ni con cirugía mayor

Si acaso tuviera algún arreglo, sería con cirugía muy mayor y de pobres resultados.

Fue tal el agravio por inducirme a alimentar a ojos cerrados una ilusión fingida y tal el grado de desprecio para aventarme abruptamente sin salida, que todo intento por desmontar los detalles construidos está ocupando un insólito tramo intenso de mi vida, en un esfuerzo que, por insuficiente, no se acaba.

El tiempo y el deseo dedicados a colocar cada peldaño de la esperanza fueron tan grandes que hoy la carga de la estiba es muy pesada. Es dolor inmenso. Es coraje, es pena, es desilusión y desconcierto sin que sepa, ni siquiera, si se debe perdonar. No se si se debe porque no puedo. Parece uno de esos imposibles. El tamaño del rencor es directo y proporcional al de la ilusión burlada y al del detestable engaño.

Como los efectos de una gran tragedia, terremoto, huracán o tsunami, mientras más pasa el tiempo mayor es el recuento de los daños. Aumenta la cantidad de las desgracias bajo los escombros. Los saldos de las pérdidas se crecen y solamente sobrevivo tratando de hacerme insensible a tanta pena.

Ya no se si hay algo que aliviar. Los hechos aislados se encadenan, los mas mínimos detalles cobran vida, las frases sueltas tienen sentido y todo parece resultado de una gran conspiración de un alma enferma.

Si lo sabía, ¿por qué no me lo dijo?. ¿Por qué si ya lo había decidido?. ¿Por qué si estaba en el relevo me guardó como carta de repuesto?. ¿Por qué sobre el mantel, bajo la almohada?. ¿Por qué tanta soberbia, tanta miserable ninguneada?

Si le hubiera significado un verdadero sentimiento honesto, aunque desgastado, a sí misma se habría honrado y a mi me habría ahorrado tanto sufrimiento, tanto rencor, tanta pena.

Y otra vuelta al torniquete: ¿Sería justo esto lo que pretendía: hacerme sufrir?

¿Su venganza silenciosa y traicionera?. ¿Mi condena?.

Esta bien la sufro, al fin y al cabo ¡también es su condena!. No se ha visto la cadena.

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