Para estar presente

¿Cómo se puede escribir sobre la naturaleza humana sin burlarse de ella, sin admirarla?.
¿O sin admirarse de que en nombre de sus virtudes se presumen al aire sus bajezas?
Las pasiones de los mortales son el deleite de dioses y demonios.
La clave está en cómo se describen. No hay truco, nada oculto.
Al andar se descifran solas, se desgajan por patrones, casi por catálogo.
Es la palabra la que al final le brinda a los hechos la última palabra.
Y entre esas pasiones es la ambición, custodiada por la soberbia, la costra más dura de las impurezas.
Aunque bien visto, habrá de ser la soberbia la madre de todas las costras y de las impurezas.
Así, en el caso de hoy el personaje se mostró como lo que es, impuro y costroso.
Moralmente miserable.
Maniático obsesivo del conflicto.
Adicto a la inestabilidad.
Manipulante manipulable.
Un famélico de la moral cuya única virtud es vivir tranquilo por ignorar su propia ausencia de espíritu.


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