Regalo sorpresa I

Inesperada, simbólica y verbal recibí una blanca rosa. Significante detalle de un afecto añejo, observador silencioso, entró cual bálsamo en el ánimo caído. Todo lo que es, así, sencillo, tiene su propio sentido.
Recordé entonces que en algún viejo baúl de las lecturas estaría un alusivo poema de José Martí. Fui por él y aquí lo puse:

Cultivo una rosa blanca,
en julio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo:
cultivo la rosa blanca.

Comentarios

Entradas populares de este blog

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

Sobre el dinosaurio camaleón

No hubo “corcholatas”