Regalo sorpresa II

¿Quien es este personaje extraño que en domingo toca a mi puerta y me da, a boca de jarro, un huevo de Pascua?. No lo se bien. Antes de sacarlo de la bolsa me adelanta un abrazo. Sombrero de paja, cabellos rubios, sonrisa fácil, lenguaje apurado, entrecortado, medio ingles, medio español. Es europeo. Se muestra agradecido. Reconozco entonces al dueño del lugar en que me hospedo. El huevo, colorido, de plástico y relleno con dulces es por la fecha y para todos los huéspedes. El abrazo es porque le dijeron que yo estaba ayudando a gestionar una petición de atención municipal por un problema que tiene con algún negocio vecino. Me viene bien, aunque en realidad lo único que hice fue revisar y corregir el documento que solicita la intervención de la autoridad. Siempre es bueno estar bien y de buenas con el dueño del lugar en el que estás. 

La Pascua es un concepto que, a pesar de ser también cristiano (y no sólo), me resulta ajeno. Crecido en un ámbito católico, el domingo de Semana Santa siempre fue el Domingo de Resurrección. Punto. El nombre "Pascua" estuvo ajeno a mi terminología ritual y familiar. Ahora se que el Domingo de Pascua se celebra en una fecha variable porque no depende del calendario gregoriano (exclusivamente solar), sino del antiguo calendario solar/lunar. Por convención este domingo es siempre el siguiente a la primera luna llena posterior al equinoccio y cae siempre entre el 22 de marzo y el 25 de abril. (ver Wikipedia).

Y el huevo... bueno, el huevo de pascua es algo exótico, sólo visto o escuchado, si acaso, como algo proveniente de alguna costumbre o tradición muy lejana. Más lejana que Santa Clós, el Halloween, o las hamburguesas. Tan lejana como el Día de Acción de Gracias, el Ramadán o el Yom Kipur. 

Sin embargo, ya está aquí. Lo escucho cada vez más. Veo que a propósito de la fecha se regalan huevitos de chocolate vistosamente empapelados. Recientemente lo he visto hasta en la película animada hollywoodense "HOP", Rebelde sin Pascua, que me fue recomendada no para saber sobre la Pascua, sino por mi interés y actividad en torno a la diversidad cultural, al "respeto al otro" y a la conveniencia de que las comunidades se abran en tolerancia a la presencia de entes externos, provenientes de otros entornos y costumbres. Esa sería, presumiblemente, la moraleja de la película. Desgraciadamente no soportó mi propia intolerancia a los lugares comunes y a los finales previsibles.

Lo importante es que recibí, por primera vez, un huevo de Pascua. Todo un acontecimiento. Ahora comeré los dulcesitos antes de que se hagan viejos. Supongo que eso puedo hacerlo...

¡Ah!, y me tocó el de color rosa. ¡Qué cosas!.


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