Sin libertad sindical no habrá reforma laboral

"¡A sus órdenes, señor!". Reacción automática de un priísta compulsivo frente a un Presidente aunque no fuera de su partido: de Víctor Flores Morales, dirigente ferrocarrilero, a Vicente Fox quien tenía dos días de haber sido electo. 

Con esa frase y con el comportamiento posterior del gobierno panista de consecuentar a los sindicalistas burocratizados se selló el futuro, nuestro presente, en el mundo del trabajo. El entonces nuevo gobierno del PAN decidió apoyarse en el mismo instrumento sindical antidemocrático, autoritario y corrupto para continuar con las políticas reestructuradoras que cambiaron los ejes reales de las relaciones laborales. Se negaron a abrir las condiciones de crear nuevos interlocutores desde las organizaciones de trabajadores que con nuevos grados de autonomía y representatividad fueran factores de contrapeso y compromiso para equilibrar las nuevas condiciones modernizadas de trabajo. Ahora se están pagando las consecuencias.

Un sindicalismo desgastado, dirigentes gremiales enmohesidos en sus cargos, el desmantelamiento de importantes empresas públicas y la flexibilización intensa, gradual, por la vía de los hechos, de las relaciones de trabajo durante más de 20 año son factores intrínsecos al mundo laboral que lo han mandado al callejón de los silencios. Entre los factores externos que lo impactan están, desde luego, el cambio del eje político con la salida del PRI del gobierno federal y el traslado de las prioridades nacionales de los temas económicos y sociales hacia los de la seguridad pública y la justicia. 

La apertura política electoral no se reflejó en la posibilidad de una apertura sindical que permitiera a sus agremiados elegir libremente a sus representantes y contar con ello con interlocutores sólidos frente a la patronal, ya fuera el propio gobierno o los particulares. El poder restructurador de los priístas neoliberales con De la Madrid, Salinas y Zedillo, y posteriormente del PAN con Fox y Calderón privilegiaron la imposición salvaje de las nuevas condiciones laborales sin la mediación y eventualmente el compromiso de las organizaciones de los trabajadores libremente representados. 

En el afán lucrativo de obtener la mayor y más rápida ventaja para el capital (especialmente internacional y especulativo) con el menor esfuerzo,  los neoliberales en el poder (insisto, tanto priístas como panistas) utilizaron el mismo elemento de interlocución con los trabajadores que antes habían usado los autoproclamados nacionalistas: la burocracia sindical subordinada, el llamado sindicalismo charro

Impuesta la flexibilización laboral por la vía de los hechos, consentida por los burócratas sindicales priístas, intentar ahora ponerla en letras oficiales en la legislación laboral es sólo un factor político. El PRI, aunque este de acuerdo en los contenidos no va a querer pagar los costos políticos de una nueva reforma impopular aprobada junto con el PAN, que para efectos prácticos no tendría mucho efecto, frente a la contienda electoral federal del próximo año.

La patronal no lo ha entendido y no lo ha querido entender. Más les convendría un interlocutor sindical nuevo, representativo, mejor preparado y organizado para llevar a delante la modernización productiva y laboral que estar lidiando con las veleidades priístas en las Cámaras. Dicho estrictamente, con su PAN indeciso se lo comen. Así no habrá reforma laboral.

Y mientras tanto la pregunta vuelve a ser, en un 1o.de Mayo más: ¿los trabajadores que festejan?.


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