Poco pan y mucho circo

Tan vieja como el ejercicio del poder aplica la máxima aquella que recomienda asegurarle al pueblo pan y circo.

Cuando escasea el pan, como en los tiempos de hoy, se intensifica el circo. Es una forma de apaciguar y distraer el desconsuelo que provoca el hambre.

Pero por mucho que el poder lo necesite, una cosa es darle circo al pueblo y otra muy distinta utilizar el poder para hacer circo. Y es que a muchos políticos y gobernantes les ha dado por ser ellos los que hacen el espectáculo.

Debido al predominio de la publicidad en medios electrónicos hoy el público prefiere poner atención a las imágenes y los sonidos por sobre las ideas. En el caso de la política los aspirantes a gobernar ya no preparan ni ensayan discursos con planes y propuestas. Se esmeran en acicalarse, improvisar y hacer circo, siempre con las cámaras muy cerca. Mucha imagen y poca sustancia. Tornan en políticos circenses. Lo justifican con el argumento de que necesitan ser visibles para el electorado y las encuestas. Requieren caer bien, ser simpáticos y atraer la atención, el voto.

El político circense se disfraza, se arriesga. Así surge de la nada el político-artista, el político-comediante, el político-actor, el político-deportista, el político-locutor, el político-danzante, el político-atleta… Pero si aquello a lo que se atreve no es lo suyo, si no ha formado parte de sus habilidades y sus destrezas o, peor aún, si desconoce la actividad, lo más probable es que su osadía sea vista por la audiencia como un acto falso, sin autenticidad y en no pocos casos como ridículo. Transmutar de predicador de la felicidad en impostor de la farándula puede desembocar en un resultado contrario al que pretende.

Si lo anterior sucede y se explica, sin conceder, con un político-candidato, confusas son las razones que motivan a algunos políticos-gobernantes para ser parte directa, personal y voluntaria del espectáculo. Sin rubor se hacen de ocasión beisbolistas, futbolistas, charros, cantantes, bailarines, maratonistas, conductores de TV, nadadores, jinetes, indígenas, ecologistas y los etcéteras que los convoquen.

Una posible explicación sería que, aprovechando el cargo y la audiencia cautiva, “se proyectan” en aquello que quisieran, hubieran querido o que jamás podrán ser. Eso lo dirán los psicólogos.  La otra es la búsqueda sustituta de la fama. El reconocimiento y la aceptación pública que no logran ni mantienen en el cumplimiento de su encomienda de gobierno la pretenden en las luces del espectáculo. Como no pueden, no saben o no quieren ayudar a conseguir el pan para sus gobernados entonces se meten ellos mismos en las pistas del circo.

Decía un cronista que los fines de semana el pueblo se disfraza deportivo para ir al “super”, acude a los estadios y se empeña en su equipo favorito como búsqueda del éxito que no logra en la fábrica o en su trabajo el resto de la semana.

Así, tal cual, es aplicable a nuestros políticos-circenses. En el colmo de la ausencia de buenos resultados propios, algunos ya no sólo hacen el “show” para disimular sus carencias sino que también le entran a la expropiación del éxito ajeno. Abusando de su prestada posición de poder se “montan” en la fama de los que sí saben hacerlo. Impostores consumados se apropian de la copa o el trofeo que lograron otros, se exhiben y festejan a grito y brinco como si ese éxito fuese el resultado de su muy personalísimo esfuerzo.

Al pueblo, pan y circo. No basta con el circo. Ni aunque el que tiene que conseguir el pan se eche las maromas o se vista de domador de leones. Para ser no es suficiente parecer: es autoengaño. Al pueblo, que necesita y sabe comer bien, se le puede burlar en alguna ocasión pero cada vez es más conocedor tanto de política como de espectáculos.


También lo encuentras en Noticaribe 
Síguenos en Twitter:  @shumando

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre el dinosaurio camaleón

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

No hubo “corcholatas”