Michoacán después del domingo II

Ya es después del domingo. Michoacán se confirmó y se complicó.

Confirmó el predominio del dinero, del uso indebido de los poderes públicos y la determinante intervención de los poderes fácticos en los procesos electorales. Confirmó la progresiva disminución del peso específico del ciudadano independiente en la toma de sus decisiones y el incremento de la participación electoral corporativa, comprada o inducida. Confirmó el tufo, que amenaza peste, de la intromisión del crimen organizado en las lides políticas.

Se complicó en el resultado. Con falta de certidumbre y de credibilidad. Con la legalidad y la legitimidad cuestionada. Tres tercios relativamente cercanos con uno ganador y los otros dos sin reconocerlo. Denuncias públicas, exigencias de nuevas revisiones, demandas legales, tribunales y ¿un posible acuerdo?

¿Cuál será el tercio no ganador que tome la iniciativa para reconocer al que finalmente lo será, para darle estabilidad a un gobierno local, cuando está en puerta la disputa por el nacional? Nadie va a querer llegar al próximo año con la derrota de Michoacán a cuestas.

  Sobresale el dato de que la elección de estado que se montó desde el gobierno federal para favorecer a la hermana del Presidente haya sido insuficiente para rebasar a sus contendientes. Aún si se le estuviera reconociendo al PAN un triunfo por una diferencia similar a la que ahora se le reconoce al PRI, diríamos lo mismo. No les dio. Fue fantástica en poder y recursos que pusieron en juego y así fue insuficiente. El hecho es indicativo, por tanto, de las fuerzas, poderes, recursos y alianzas que por su parte puso en juego el PRI.

Ese embate por dos flancos resulto incontenible para el PRD que carga con el peso de dos períodos de gobierno estatal, el más reciente particularmente complicado por la presión de la delincuencia y del propio gobierno federal que no le dio tregua ni recursos suficientes. Se adicionaron factores múltiples y errores que lo arrinconaron, por la mala y por la peor, al tercio menor. En el contexto general de los resultados para el partido, es una derrota estratégica por tratarse del bastión histórico del cardenismo, misma que se agrega a las acontecidas en Zacatecas y Baja California Sur.
    
Sin embargo, Michoacán trasciende y será una elección indicativa no por el resultado sino por el método. Por las formas. Por el manoseo y la falta de rubor. Desde mi punto de vista se confirma lo aquí dicho un día antes de la elección: iremos a una competencia cruenta el año próximo. Sin concesiones. De alto riesgo. Tal vez sin límites. Y ni siquiera -si la forzara el choque de poderes fácticos y formales- una eventual alternancia en la Presidencia nos sacará automáticamente de ese enredo y sus secuelas. Por el contrario. Las condiciones para mantener buenos niveles de competencia electoral real y representativa se cierran.

 La democracia, la participación ciudadana, la pluralidad, la transparencia, las reglas imparciales de competencia política están en riesgo. El poder del dinero y de la coerción se imponen de manera abusiva por encima del ciudadano. En un país cargado de violencia y de pobreza. No es cosa menor.


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