Nuevo deporte: ridiculizar al personaje

En esta repentina y artificial fiebre literaria desatada en plena Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara ¡y por el motivo más insospechado! qué desagradables se escuchan los periodistas-entrevistadores preguntando a cada personaje o político que se les atraviesa sobre "los tres libros que le cambiaron la vida".  De pena ajena.

Ahora resulta que cualquiera que esté programado para ser objeto de alguna entrevista tendrá que desempolvar el librero y aprenderse títulos y autores. Hasta deberá prepararse un poquito más, no vaya a ser que le agreguen al cuestionario las tres películas, los tres héroes que le inspiran, las tres canciones y los tres platillos favoritos. Por ahí hasta se les anda olvidando el tema motivo de la entrevista. Y si incluyen en el interrogatorio temas de historia o geografía aquello puede ser el acabose.

Peor de ridículos se ven los voluntariosos que presumen de cultos, faltos de entrevista y sin que nadie les pregunte. Pregonan en las redes sociales que ellos sí se saben tres libros. Digo “se saben” porque quién sabe si los leyeron y, en tal caso, si les sirvieron de algo. 

Esa referencia repetida a Cien Años de Soledad me suena a carencia de imaginación, que no de memoria. Nada más falta que agreguen que los mexicanos somos los principales protagonistas, hijos predilectos, del realismo mágico.

Con los reconocidos bajos niveles de lectura nacional ahora hay que declararse públicamente lector empedernido para pasar por sabio.

¿O será que ahora sí todo mundo va a leer los trozos apiñados de papel con letras que tienen guardados? Ha de ser para transformar al mundo.

¿Cuántos libros leídos le cambian la vida a una persona? ¿Sólo tres, todos o ninguno? ¿Para bien o para mal? ¿Cualquier libro?

¿De qué se trata todo esto? Parece que ya se perfila para el nuevo deporte de ridiculizar al personaje que, cautivo ante un medio de comunicación, sea empujado deliberadamente a caer de un resbalón en los brazos de un gazapo. Para la burla colectiva.

Nada que ver, por cierto, con lo que le pasó a Peña Nieto. Nadie lo emboscó. Ese se enredó solito. ¿O qué se suponía que le podrían preguntar, al presentar su propio libro, en una de las ferias más importantes del libro en castellano?

Personajes públicos, adictos a las cámaras y micrófonos, ¡preveníos de cualquier pregunta inofensiva!

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