Oda anticipada, con ausencia involuntaria, al seis de diciembre

En mi machacón y enfermizo interés por entender comprendí que no podía aspirar a que me entendieras.
Ahí donde quise plasmar, orgulloso, definitivo, mi convicción de certeza, mi disposición para siempre en circular colgado del accidentado giro de tus manecillas, tu sólo vista un enojoso insulto.
Lo que debería ser asimilado como el acto usual, el que sería de todos los días, se transformó, repentino, en el más perfecto y bello acto de decepción.
Ahora caí en tu catálogo de los necios sólo por manifestar reiterada mi necesidad de escuchar que me necesitabas. Más allá de las cosas. Encima de las fechas. 
La vos que nunca llegó fue sustituida por el regaño escrito.
Efectivamente, necio de mi por confundir tu no necesidad con la que sí es mía. 
Hay fechas que no son para quien no son aunque se pidan por anticipado. Cualquier acto de festejo forzado, ahora lo veo, termina acumulado en el recuerdo de las desgracias.
Dice el dichoso dicho que no hay mal que por bien no venga. Recibir el revés ha servido para comprender cómo se puede amar a la causa de las pesadillas.
Por eso, está bien. Ya entendí.


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