Omertá

El romanticismo rosa y justiciero de la mafia siciliana según Mario Puzo. Exquisitas las veleidades amorales e inmorales de los protagonistas. Nada de que preocuparse, la persona vale por lo que es, no por lo que proyecta u otros creen ver, mucho menos por el "deber ser". Así la religiosidad de los mafiosos es un aderezo excepcional que da un cierto indicio de que en esos campos de batalla existe el alma, solo para enfatizar que el deber con la causa terrenal es laico. La leyes de dios, como las de los hombres, son instrumentales y suficientemente elásticas dependiendo de los objetivos de los diferentes bandos. El fin justifica los medios. ¿Buenos y malos?: no existen. Se deja ver como si la mayor virtud fuera la lealtad y se termina con simpatizar con el que logra sobrevivir porque no traiciona. Sin embargo, la traición es el pan de cada capítulo, necesaria para la sobrevivencia, hasta que termina por matar (casi) a todos, policías y mafiosos. Juego de inteligencias. Sobrevive quien mejor consigue y maneja la información. Gana la partida el que mejor engaña y se mueve más rápido.

Para efectos prácticos la omertá, el código de honor que obliga a guardar silencio sobre la causa criminal, es entendida por cada cual de acuerdo a su conveniencia. "Suelta la sopa" según cada circunstancia obliga o da ventajas. Nunca está claro, entonces, cuál es el código y que es lo que hay que callar. Y es que, a pesar de que sugestivamente se niegue, la clave de la omertá no es callar, sino vengar. No mediante la vendetta corsa, la venganza reactiva, irreflexiva, directa y cruda, sino mediante las mas complejas motivaciones del deber y del honor. He leído en otro lado: "Las leyes de la omertá, "código de personas de buen corazón", convierten la venganza en un deber". "¡Al que te quite el pan, quítale la vida!". Y ese es el quid de la cuestión, la motivación real de los protagonistas de la novela que se confrontan por el control del poder y del dinero.

¿Policías contra delincuentes? Sí. ¿Bien contra el mal? No. ¿FBI mata Mafia? Mucho menos. Ambos van cargados de intrigas, dobleces y medias verdades en la misma disputa. El pos de los bancos, del dinero y de la cuota de poder que eso proporciona. Lo refleja extraordinariamente bien la novela y desbarata cualquier ilusión maniquea. Me trae al caso lo que también leí en otra parte: "Las dos grandes "instituciones federales" del siglo XX en Estados Unidos, la Cosa Nostra y el FBI , nacieron en la misma época y se desarrollaron de forma paralela, manteniendo un pacto tácito de no agresión. Estos dos nuevos poderes estadounidenses se evitaron durante generaciones, conscientes de que una confrontación entre ellos arruinaría sus respectivos futuros." ¡Ah! la primigenia necesidad de mantener estable a una sociedad que ocupa de todos sus hijos. Desde entonces ya ha corrido mucha agua sobre el río Hudson, los personajes de la vida real han cambiado y confrontaciones entre las partes han surgido. Pero no es entre buenos y malos. Lo refleja muy bien la novela. Han sido para que nadie se pase de la raya, para mantener a cada quien en su lugar, a todos equilibradamente integrados en la American way of life.

Es por eso que hay un final feliz a pesar del inteligentísimo superagente del FBI descerebrado a balazos. Gana el que mejor hace la tarea. Los mafiosos tienen derecho a ser felices como cualquiera que hace bien su trabajo y entrega los mejores resultados.

En esta la llamada obra póstuma del también autor del El Padrino encuentro una inconsistencia en la secuencia del relato, según la cual la agudeza y la rigurosidad de los personajes para identificar, entender y actuar ante el más mínimo detalle de cada acontecimiento que les incumbe deja un cabo suelto en un pasaje clave: John Heskow el intermediario de los trabajos sucios de Timmona Portella se ve obligado a traicionar a éste por las presiones de Astorre Viola, a quien advierte que un par de investigadores irán tras él por órdenes (y el respectivo pago) de Portella. Por ese aviso caen víctimas de un atentado los policías corruptos Paul Di Benedetto y Aspinella Washington, del cual ésta última sale con vida.

Al no haberse consumado la ejecución de Astorre sino, por el contrario, la de sus malogrados sicarios, Portella debió haber supuesto que se debió a una traición y el único posible era su intermediario. Igualmente Astorre sabiendo de quien venía la amenaza para él debió suponer que, al frustrarla, Portella iría por el soplón el cual ya se convertía en una pieza incómoda e inútil para él. Así mismo supondría que la sobreviviente también iría por el intermediario para ajustar cuentas, como después fue. Sin embargo ni Portella ni Astorre se preocupan por Heskow después de esos hechos. Un pasaje extraño en mentes tan agudas y paranoicas. El cabo queda flojo. Finalmente ni la vengativa Aspinella se preocupa por preguntar al soplón, por puro afán investigativo, sobre el beneficiario de su traición antes de ejecutarlo "con todas las de la ley".

Como siempre, rescatables las frases ingeniosas, muy propias del género.

(Omertá, Mario Puzo, Ediciones B, S.A., serie La Trama, 2000, México)

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