La conspiración de los arribistas

Señalar a alguien como “arribista” es un recurso retórico utilizado para la polémica. Sirve para descalificar. Para quemar con el dedo flamígero a quien actúa en la vida pública, no importa la actividad de que se trate. Pero nada más. En materia política, por ejemplo, ¿será cada político un “arribista”? Por aquello de que el político siempre pretenderá ascender al más alto nivel posible del poder. Estar arriba. Lo más arriba que se pueda. “Arribista”, como categoría explicativa, no dice nada. No define. Mucho menos es un argumento.

El tema viene al caso porque el calificativo me lo endilgaron para tratar de desacreditar mi crítica de lo que sucedió hace algunos días en el Consejo Estatal del PRD en Quintana Roo. Lo llamé “Farsa en dos actos”. Mis argumentos están ahí y creo que los hechos posteriores me están dando la razón.

No pasaría de eso, de un exceso polémico, si el descalificativo no estuviera acompañado de otro elemento desacreditador, éste si preocupante, según el cual mi argumentación estaría falta de crédito porque “soy de fuera”. Porque supuestamente desconozco el estado y su realdad política. Porque mi visión de forastero debe ser la de un dirigente nacional del partido y no la de un perredista local. Como si ambas cosas pudieran disociarse en un partido nacional cuyas reglas son únicas y aplicables para todos en cualquier rincón del país.

Lo que yo pueda decir a favor de mi conocimiento de la realidad local (que aseguro, no es poco ni de ahora) sale sobrando. Lo sorprendente es que se utilice el subterfugio chovinista por parte de un diputado local (me refiero al compañero Antonio Meckler), en un partido de izquierda, para dar respuesta a una crítica con contenido. Y en Quintana Roo, ¡en Cancún! Mal síntoma.

Si hay algo atractivo de Quintana Roo a los ojos de los observadores, analistas y activistas sociales (además de su inigualable belleza) es su extraordinaria riqueza multicultural.  Un crisol en el que se condensa, como casi en ningún otro lado, la pluralidad nacional y más que eso. Una región de migrantes por excelencia, con raíces históricas y cultura ancestrales, en la cual el nativismo ha sido ahogado por una dinámica económica y demográfica demoledora. Para bien y para mal.

En todos lados de la localidad se manifiesta esta realidad. En los partidos políticos también. Por ejemplo, una de las explicaciones sociopolíticas que se le ha dado al enraizamiento del PRD y sus éxitos electorales está vinculada al origen territorial de sus votantes. En la propia conformación interna del partido tenemos legisladores locales y dirigentes estatales con un arribo relativamente reciente al estado. Los hay en el gobierno municipal de Benito Juárez. Más aún, a propósito del acuerdo del Consejo Estatal: el único distrito electoral federal, el 3 con sede en Cancún, sujeto a encuesta para definir la candidatura que llevará el partido en la próxima elección, dio como resultado favorable a un aspirante distinto al que el Consejo votó. Uno externo (no miembro del partido) y de reciente estancia en la localidad, por encima de otros con mayor tiempo de arraigo y con vida pública conocida. ¿Cómo se explica todo lo anterior?

¿Significa que en el PRD hay una conspiración de los arribistas? Claro que no. Es sólo el reflejo interno de una dinámica social que es más compleja que las simplificaciones argumentales y las descalificaciones. Una realidad conocida y aceptada.  Lo que en otros estados más tradicionales y cerrados es pecado, en Quintana Roo es virtud.

No estoy diciendo nada que no se sepa. Pero parece que hay que recordarlo para advertir sobre los riesgos que puede traer el permitir que florezca el chovinismo del migrante arraigado, muy propio de las sociedades dinámicas que en determinado momento entran en una fase de estancamiento económico y sobresaturación poblacional.

De migrantes chovinistas está plagada la historia de las discriminaciones y exclusiones por razones de origen y de tiempo.

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