Un montón de huesos

En principio, hay que tomarse muy en serio a la gente que apunta hacia ti con un arma de fuego. Pero en esa ocasión me mofé, porque, por lo visto, debía estar algo nervioso. 
QUE D´OS! es el título original. Martillazos de abolengo hard-boiled al más puro estilo original americano del género pero con su toque especial a la francesa. Aunque al igual que en cualquier otra parte donde la novela quiera preciarse de ser negra, los huesos se quiebran. Y si acaso existen las fronteras morales por el derramamiento de sangre, la acción y la violencia, no es aquí donde se observan. Al calce de los propios huesos molidos, se desparraman los sesos del que se descuida, caen los corruptos de cuello blanco y degradan a los policías si el caso lo amerita. Al final, no queda gran cosa por hacer: seguir viviendo, haciendo lo que se sabe, aunque haya que arrastra consigo remordimientos, frustraciones y uno que otro muertito en la cuenta.
¿A quién diablos se le ocurrió secuestrar a una ciega?
Es el ajetreo del agente Tarpon, profesional en hacer propios los conflictos ajenos:
Voy a seguir en esta profesión a pesar de que no me gusta. Decía más arriba que resulta bastante amargo tener que perseguir a unos vagabundos cuando hay traficantes en la Asamblea Nacional.
Y no es para menos su desconsuelo. Un poco antes de esas cavilaciones sesudas Tarpon así lo cuenta:
Puso mi brazo sobre el adoquín. Cogió el martillo de la mano del monaguillo alelado y me golpeó el brazo con todas sus fuerzas. Aunque tuvo que valerse con la mano izquierda, me rompió el brazo a la primera.     ...tenía unas fracturas muy localizadas y sin más complicaciones...
Pronto me sacarán el yeso. Los huesos me quedarán algo más frágiles allí donde se me han roto. Es una lástima, pero ¡qué puedo hacer!
...después de todo el tinglado, pocas cosas de provecho he sacado de todo esto.
¡Afortunadamente, para entonces el caso está resulto!
Violencia mental sobre la física: sobrevivencia. Porque a pesar de las inconveniencias padecidas, la experiencia enseña:
Creo que voy a seguir en la misma profesión, procurando de ahora en adelante que no me estropeen los brazos, y procurando también valerme más de la cabeza. 
¿Y que hay de la bella e indomable Charlotte, el alma femenina de la historia, sujeta a la violencia más íntima, sin tener vela en el entierro y, ni modo, como "efecto colateral" por tener la amistad equivocada?
Quizá nos vayamos a la cama juntos después de que me hayan sacado el yeso.
Pero por el momento estoy, sobre todo, muy cansado. 
No hay lugar para la bella.

(Un montón de huesos, J. P. Manchette, Bruguera (Libro Amigo), España, 1979)


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