Dilema del PAN: ¿el Chapo o el Tibet?

Las cuentas no le salen al PAN. Cualquier intento de relanzar la campaña de su candidata presidencial no tendría ya el impulso suficiente para detener su caída y mucho menos para remontar las preferencias a favor de sus contendientes. Se les escapa la Presidencia de las manos. Sólo les está quedando como opción la acción audaz y desesperada del gobierno federal, aunque hasta ahora éste factor no ha sido suficiente para mantener un apoyo social mayoritario: ni el crecimiento económico limitado, ni las políticas públicas, ni el discurso conservador matizado, ni la llamada guerra no declarada contra el crimen organizado han acumulado los bonos suficientes a favor del partido en el gobierno. Por ello todo los va orillando a tener que hacer uso de algún golpe publicitario espectacular. Cuatro generales y dos ex-gobernadores son el tanteo aunque a estas alturas se perciben como golpecitos tardíos que parecen ir al vacío; sin impacto electoral significativo. Nada más les queda intentar hacer uso de la carta marcada, la última: el Chapo de Sinaloa. Y por la dinámica que llevan los acontecimientos políticos y sociales, ni siquiera es garantía de que les funcione.

Se lo inventaron como uno de los hombres más ricos del mundo. Edgardo Buscaglia dice que solamente es el gerente operativo de una empresa mucho más grande y compleja que lo rebasa (ver otra entrada aquí mismo). Es, en todo caso, el encargado de generar las condiciones prácticas de mercado para la empresa (como el mismo Chapo le dice). Pero si el propio gobierno lo ha hecho aparecer mediáticamente como el enemigo público número uno, tendrán que ir necesariamente por él si quieren comprar la credibilidad que retenga los votos que se les escapan. La pregunta es si los dueños de la empresa se lo van a entregar.

Más aún, ¿va a pagar el precio por el atrevimiento?

La detención del Chapo sería, desde luego, un golpe espectacular pero de doble filo. El surgimiento de nuevos estupefacientes sintéticos que rompen el flujo actual de la cocaína que parte de Colombia hacia el norte, pasando por México; la modificación de las rutas internacionales de trasiego y de los patrones de consumo y la incómoda presencia de las bandas rivales que disputan los mercados, tanto nacional como internacionales, podrían cargar los dados de la inestabilidad nacional hacia el lado más violento del tablero. Ello generaría un verano de infierno para preparar la entrega y darle la bienvenida al nuevo gobierno. De quien sea. 

Por muy espectacular que sea, esa medida no ofrece garantía de proporcionar al PAN la recuperación electoral que necesita y puede resultar peor el remedio que la enfermedad. A menos que deliberadamente se pretenda, desde el gobierno, correr los riesgos de los efectos secundarios, tipo Plan B, para dejar minado el ambiente nacional del futuro inmediato. Debemos suponer, entonces, que los priístas, haciendo sus propios cálculos, habrán de proteger y hacer escurridizo al gerente de la empresa. Un duelo sordo de esgrima estratégica que los indicadores de la revista Forbes no habrán de registrar.

Aunque hay un pequeño detalle adicional y alternativo que debe estar en la cabeza de algunos panistas y, especialmente, en la de Calderon: AMLO se metió a la escena de lleno como actor principal, terciando la ecuación. Salvaguarda posible para las condiciones de extrema emergencia. Mercancía para el mercado negro de la política. Los juiciosos gendarmes del poder, sin prejuicios con la doble moral, habrán de tener próximamente su par de horas destinadas a la meditación profunda, tibetana.

De que pacten ellos...

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