Arrecife


El sutil encanto de desnudar al Caribe sin tirar la baba por el verde turquesa. La vista lanzada al horizonte. Discreta pero directa.

Un ex rockero, ex drogo, que se rehabilita. Un ex rockero, ex habilitado, que se droga. Sanidad enfermiza. Un par de amigos entrañables reencontrándose en el templo de las obsesiones nacionales y trasnacionales: el Caribe mexicano multicultural, el de los mayas excluidos y de los migrantes de cualquier lugar.

“El paraíso es discreto.” ¿Discreto en los métodos para producir el placer que lo haga inolvidable? Puede ser una guerra, siempre y cuando no le jale los bigotes a la verdadera.

La violencia, el riesgo y el miedo como atracción turística. Emociones al extremo. Inventadas al extremo. La exitosa sobrevivencia, valorada en medio del deterioro, como el más presumido trofeo. Un lugar donde la sobrevivencia y los intereses de muchos pueden significar la muerte de uno que otro desubicado buenista que no entiende que no hay mal que por bien no venga.

¿Resolver el crimen como tema central? Para nada. Si, se trata de saber quién es el responsable, pero como un juego de la inteligencia, curiosidad no profesional entre un par de tránsfugas que así como llegaron, se van:
“-Si preguntas por ahí sabrás que el candidato a gobernador, el líder de la oposición, el secretario de turismo, las putas y el señor obispo querían que pasara eso. El calor existe para eso. Cuando las piedras arden y el aire te raspa la cara, no es difícil ponerse de acuerdo para hacer un sacrificio. Pregúntale a los mayas: el mejor debe morir.”

Un manto que cubre, a la Fuenteovejuna, de manera general a las fuerzas vivas de la región, nativas o no, y que de manera coloquial se le puede llamar, cuidar al destino. Todos deben cuidar al destino. Todos lo cuidan. Cuidarlo incluso de los imbéciles ingenuos que creen ser parte de los buenos.

Por eso ésta no puede ser una novela policiaca. En todo caso, es “anti”. Policías y los malencarados de seguridad son los que salen peor parados. Se muerden una oreja porque también, para cuidarse, tienen que cuidar al destino.

Dentro de los dogmas que ese universo tolerante está el de la sensualidad y la elegancia: “belleza en traje sastre”. Sensualidad por gusto. Sensualidad por necesidad. Sensualidad por encargo. El turista se disfraza de turista. Los demás, de lo que les toca. Y los que pueden, de lo que quieran. Nadie que esté maltrecho, con un pasado de mierda, está perdido para siempre.

Retrato hablado de un oleaje playero que no deja de moverse. El que se lleva la arena irremediablemente. Ese que no se ve cuando no se quiere... pero que inevitablemente se huele.

(Arrecife, Juan Villoro, Anagrama, Narrativas hispánicas, Primera edición mexicana: mayo de 2012)


Comentarios

Entradas populares de este blog

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

Sobre el dinosaurio camaleón

No hubo “corcholatas”