Boleto para la negra realidad


¿Habrá algo más negro que la realidad misma?

Afuera hacía un calor como en la vecindad del infierno. Horas del medio día. No eran los mejores momentos para andar en la calle como no lo eran para las rutinas de llegadas y salidas. Entrar al amplio galerón refrescante y sin gran movimiento nos ayudó a regularizar la respiración y a mejorar el flujo de las ideas. Dos hermanos cincuentones poniéndonos al tanto en conversación amena y fluida. De repente sentí que se incrementó la densidad del ambiente. Como una visita a territorio hostil. Se partieron en dos las emanaciones del aire acondicionado. Un grupo de empleados de mostrador que en un rincón platicaban rápido se dispersaron con la mirada esquiva. Silencio artificial. Cabezas volteadas. Ojos a las vivas. La pesqué de volada. Aeropuerto Internacional Gral. Ignacio Pesqueira G., Hermosillo, Sonora.

La despachadora de boletos de la línea aérea no disimulaba su propia inquietud. El acompañante que alerta estaba a sus espaldas, lo mismo. Equivocaciones. Teclados fallidos. Mi hermano, sin darse cuenta y muy quitado de la pena, se movió hablando por teléfono hacia el otro extremo de la instalación seguido a distancia por dos aparentes deambulantes y una buena parte de las miradas.

¿Qué dirá el protocolo de seguridad que notoriamente han activado? ¿Qué les habrán dicho que puede suceder en este día?

Traté de hacer amena la transacción con comentarios ligeros, identificaciones y antecedentes de compra. La muchacha alcanzó a esbozar una ligera sonrisa. El acompañante la ayudó a acelerar la prisa. Gracias por su atención. Gracias por su compra.

Al terminar no encontraba a mi acompañante que se había retirado fuera del alcance de mi vista. Caminando y lanzando miradas hacia un lado y otro. Peores las que se me venían encima. Obstruyeron el acceso por la salida más inmediata con los “stop” amarillos y el personal de limpieza obligándonos a movernos hacia una puerta más alejada, ostensiblemente vigilada por pelones que ridículamente creían pasar desapercibidos.

Salimos de vuelta al vecindario del infierno. ¿Te diste cuenta? Sólo al final, está muy cabrona la cosa; Paranoia. Señal de que a esta hora solo están los que suelen estar y hoy les cayó muy pesada una especie de presencia ajena. Con la cara que te cargas… Risas. Y aquí afuera hay más patrullas federales que la acostumbrada. Aquellos otros batos en la camioneta no nos dejaron de ver hasta retirarnos del estacionamiento. ¿Tenían algo en las manos que no veíamos?

Las causas de tan estresante compra se crearon 24 horas antes a dos mil kilómetros de distancia. Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México. Federales contra federales. Tres muertos a tiros a plena luz del día en el área interior y pública para la comida. Hasta hace poco sabíamos de enfrentamientos de una corporación contra otra, supuestamente por control de dominio, en campo abierto. Casos también dentro de una misma corporación, principalmente a nivel municipal, adheridos a una banda delincuencial u otra y haciéndose mutuamente daño pero por conducto de sus intermediarios. Ahora los meros federales y uniformados, donde muchos los pueden ver y donde saben que están filmados. Mensaje para millones de destinatarios. Mensaje del miedo.

Leo hoy una nota que se refiere al “cártel de los federales de aeropuerto” como muestra extrema del fracaso de la política nacional de seguridad. Pues sí, ya lo vimos. Mención especial para los aeropuertos del DF y Cancún. Bonita cosa.

Yo sólo fui por mi boleto de regreso. Pero también quiero ir a votar tranquila y libremente por quien yo quiera. Para que no haya más de lo mismo.


Comentarios

Entradas populares de este blog

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

Sobre el dinosaurio camaleón

No hubo “corcholatas”