¿Dónde están los 131?
El movimiento surgió para exigir la verdad
producto de la distorsión informativa sobre
un evento universitario de rechazo a Peña Nieto. Los medios tradicionales
de comunicación fingieron, mintieron, distorsionaron. Quisieron burlarse de la
juventud ilustrada.
Los involucrados reaccionaron: no mientan, ya no están solos, no son los
dueños de la verdad; nosotros tenemos la nuestra y los medios propios para
divulgarla. Era la explosión masiva de los medios alternativos, vía las
nuevas tecnologías y las redes sociales. 131 plantaron cara y credencial: Movimiento en favor de la Verdad.
¡Que no mienta la TV! ¡Que
se abran los medios de comunicación!
Detrás del atrevimiento se aglomeró el
entusiasmo libertario informador: No
están solos, todos queremos ser el 132 .
El símbolo se hizo muchos, tomó las pantallas,
las escuelas y las calles: #YoSoy132
¿Pero el 132 que pide la verdad o el 132 que
rechaza a EPN? Habían nacido de lo mismo
pero no eran lo mismo. Y tornó a ser igual:
#YoSoy132 = #AntiEPN
Así se gestó la evolución, la confusión y el
conflicto. Tan elemental como que no todos los interesados en la verdad informativa
y en la apertura de los medios son anti EPN. En la medida en que el movimiento
iba acercándose hacia esa igualdad era inevitable la dispersión, por lo menos
de una parte, de los participantes originales e incluso la ruptura. Queda la pregunta
¿en dónde están los 131?
Este fenómeno de movilización con rostro
juvenil pero de interés social general ha tenido sus pros y sus contras.
Se presenta en tiempos en los que la sociedad se
lamentaba del desinterés de los jóvenes por la vida pública, su ensimismamiento
en la sobrevivencia llevadera en las versiones juniors, ninis y pandilleras. La peor parte se destacaba por la creciente
incorporación de jóvenes (cada vez más jóvenes) en las actividades del crimen
organizado. La situación no cambia de inmediato, pero deja ver que quienes estaban
pasivos, despertaron. Fluye savia y sangre por arterias y venas del país.
Vino a despabilar la modorra de las elecciones,
que estaban atrincheradas en las brigadas propagandísticas de los partidos, en
los mensajes de los candidatos, en los mítines de siempre y en los infaltables
ataques mediáticos. Movilizar a los jóvenes inmovilizados, por una razón
política ha sido una buena señal. Lo curioso e interesante es que estas
acciones no son a favor, sino en contra. Son anti Peña Nieto.
En contra de EPN. A favor de nadie en específico. Así han podido atraer la simpatía
de todos aquellos que no quieren que el PRI regrese a Los Pinos. Sin importar
explícitamente el candidato alternativo. Aunque se ha ventilado la percepción
de que la ola arrastra hacia AMLO. Sin embargo, el PAN y su candidata no solo han
dejado hacer sino que han estimulado las movilizaciones, seguramente con la expectativa
de que en algún momento pudieran aprovecharlas electoralmente a su favor. Todo
dependerá de quién le cierre la competencia a Peña y a partir de ahí habrán de
pedirle a ese conglomerado su voto útil para que no llegue.
En estos días #YoSoy132 logró congregar para su
segunda asamblea general a representaciones estudiantiles de más de 30
universidades del país, tanto públicas como privadas, pero se ha metido innecesariamente
(o por lo menos prematuramente) en una discusión interna sobre cómo se estructura
y organiza formalmente. La asamblea no logró acuerdos porque de manera precipitada están queriendo
pasar de un movimiento plural motivado
por objetivos precisos hacia una
organización formal con identidad por definir, manteniéndose todos juntos,
cosa que se ve poco probable. Es un desgaste fuera de tiempo replegarse a
interminables discusiones internas en plena recta final del proceso electoral
en el cual están involucrados.
Lo mejor que le pudo pasar a los medios
tradicionales de comunicación, sobre todo a los comprometidos con los grupos de
poder político oficial y con el PRI, es que el movimiento original “por la verdad” se politizara y derivara
hacia las elecciones. Eso les quitó la
presión concentrada que en un primer momento tuvieron encima porque se
diluyeron los temas que fueron fundamentales en el arranque de las acciones
estudiantiles y que son muy importantes para el avance de la vida democrática. Temas
y acciones que, notoriamente, pusieron muy nerviosos a los personeros y
portavoces de esos medios: el manejo
público de la información, la libertad de expresión, la apertura de los medios
y la competencia. Quedan como asignaturas
pendientes, sobre todo para dar la pelea en los estados donde los gobernantes locales, -cuales virreyes
aspirantes a señores feudales-, presionan, manipulan, distorsionan o reprimen la
actividad de los informadores y de los medios de información.
El invento empresarial de los jóvenes supuestos
anti 132, llamados GeneraciónMX, no viene
a cubrir ese vacío sino solo a fungir como un contrapeso político y mediático
de la rebeldía callejera. Nada que no se haya visto en otras ocasiones proveniente
de posiciones conservadoras.
Difícil predecir el destino que tendrá #YoSoy132
después de las elecciones. La propia dinámica que se ha impuesto apunta hacia un
entuerto de dificultades. Aun así, tiene ganado su lugar en la historia de la oxigenación
de la política en el país.
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