Dos crímenes


Encuentro accidental pero afortunado. Leía de corridito “La prueba del ácido” de Elmer Mendoza cuando lo tuve que dejar por atrofiado. El libro. Había sido el regalo del Día del Padre y al llegar a la 96 me topé con que le faltaba un manojo de páginas. Truncado hasta devolverlo y cambiarlo. Encontré entonces el paliativo para los tiempos de lectura escondido tras el polvo en un librerito de la casa de mi madre, que era donde yo estaba.

Un libro conocido de un escritor muy conocido. Dos crímenes. La quinta obra de Ibargüengoitia (1979). Un intento de divertimento diría el autor. Una joya según yo. Los enredos de una familia tras la herencia de un tío que no se ha muerto. A propósito de difuntos. Disparos y envenenamientos. Sin saña ni olor a sangre. Sutileza. Juego de ajedrez y la peor jugada de quien parecía mejor lo jugaba.  Lo cuentan dos de los participantes.

Mucho enredo y sólo dos crímenes. Porque no todos caen. El Muelas, por gandalla, apenas la libra. Se quedó calvo pero sigue vivo.

(Dos crímenes, Jorge Ibargüengoitia, Joaquín Mortiz, Nueva Narrativa Hispánica, México, Decimoséptima reimpresión, marzo de 1992)


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