El mal de la taiga


¿Por qué se van el amor y el desamor? Por lo mismo. ¿Porque nada es para siempre? Porque caben en la misma maleta.

Pero caben mejor en una novela ligera y fresca. Arbolada. Subpoliciaca. Verde y gris, con visos de tormenta. Negra por la portada y porque, en los rincones, acechan las fauces de la fiera.

Vamos colocándonos a nivel. Dice mi viejo diccionario, uno de esos “tumbaburros” impresos, gruesos y pesados, que nos eran tan únicos e inevitables:

TAIGA (voz rusa) f. Vegetación formada por plantas arbóreas de tronco alto que se extiende por el N de la Rusia europea y una zona de Siberia.


Lectura ligera, sí, aunque ambientada en una atmósfera un poco talada pero densa, extravagante, extraña, alucinante, extranjera.

Hasta allá llevó Cristina Rivera Garza su historia. O desde allá la trajo. Hasta aquellas lejanas y frías tierras llegó la pesquiza, más exploradora que detectivezca, para encontrar a la mujer que, por amor, hizo desaparecer en el bosque el desamor por un marido al que abandonó su segunda esposa.


Nos lleva Cristina hasta la taiga para ratificar lo perenne de las prácticas y excrecencias humanas. Impulsos. Sentimientos y pasiones. En cualquiera de los rincones universales. Lo detalles te los cuenta la autora a su manera, como siempre, saboreable.

El único inconveniente que tuve fue no darme cuenta que el Índice me anunciaba un Playlist, detallado al final, seguramente útil para acompañar, escuchando, mientras se lee la novela (¡como si tuviera el material a la mano!).

Pero, por favor. El silencio no desmerece para internarse en esos bosques. “Todo mundo quiere un bosque alguna vez”, con todo y sus amenazas. Y si eso es cierto…

entonces, “…nadie es indemne al mal de la taiga.”


Una novela para devorar, antes de que lo haga el lobo.


La novela que me hizo comprender que, antes de emitir una opinión sobre lo leído, hay que esperar a que pase la primera noche.

(El mal de la taiga, Cristina Rivera Garza, Tusquets Editores, colección andanzas, México, mayo 2012). 

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