Navegación matutina


El panorama ha dejado de ser claro. Torna difuso bajo un banco de niebla, precursor de todos los bancos. Los canales no se avistan. Los campos se dispersan. Bruma. ¿Cómo es eso de que en algún momento uno puede caer abandonado en el exilio dentro de sí mismo? Barroco el sendero. No hay bifurcaciones ni abismo, es el resplandor furtivo en la panza oscura de la ballena. Si hubiera otra oportunidad, la atisbo. Para nadie es la seguridad, para todos el ofrecimiento. Para la entropía la única garantía: la expansión del universo. El caos como sofisma. Ni el curso del río ni el resplandor de la colina. Donde muchos pierden, alguien gana. ¿Quién puede ganar perdiéndolo todo? Todos lo pierden. Lo perdemos. El peso específico. Cambia el calendario y el mes, cambia la vida. Todo sigue igual. No hay póliza de riesgos, hay riesgos porque va la vida de por medio. No está claro el panorama. Se llenan de tierra los ojos por la ventisca. Humo por el ardor de las ramas secas sin las llamaradas. Las más viejas. Más sabe la soledad vieja por diabla. De memoria. La sangre fresca con la mochila a cuestas canta mirando rumbo a la realidad oblicua. Sin meditar por qué tanta indiferencia, la necedad camina. Camina.

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