Voto útil ¡YA!
En estas elecciones federales la única opción
de cambio que tuvo el PAN para ofrecerle a México fue poner de candidata
presidencial a una mujer y no les sirvió de nada. Ni a ese partido ni al país.
Resultó ser una figura tan anodina que no dio ni
para estimular el mujerismo, esa
incolora solidaridad de género sin ideología. Trituró con sin igual antipatía, un
día tras otro, todas las oportunidades que estuvieron a su favor, incluidas las
acciones del gobierno federal que pudieron ayudarla. El segundo debate fue el
punto de inflexión. No pudo con la tarea. Lo que siguió a partir de entonces
son puras muestras del deseo fantasioso envueltas en el papelito de no poder
más. La publicitada carta tardía de detener a los chapitos resultó desvanecida. Su situación quedó en manos de
las circunstancias. En el ámbito de la lotería, de la magia o de la tragedia.
Nada más la puede salvar.
Los valores conservadores que Josefina enarbola
tienen su universalidad en el pensamiento de la derecha. Son tan generales y
los recitó, cuando se acordaba, así como son, sin saber que debía adaptarlos al
interés particular de la audiencia que los recibía. Josefina no supo cómo
comunicarse. No conoce a México. No identifica a su gente. Hasta el tema ridículo
del “cuchicuchi” fue mal utilizado, ralo y descontinuado. Mojigato. Ajeno. Anecdótico
y sin mensaje.
Tal vez no necesitaba asesores extranjeros.
Alguien de la localidad la pudo haber acercado para que le diera una
repasadita, por ejemplo, a El Laberinto de la Soledad, de Octavio Paz, con la
intención generosa de que se diera una idea, aunque fuera teórica, de lo que es
la “mexicanidad”. Arrimarla a eso que llaman “ideosincracia”.
Aunque seguramente hasta a los asesores
autóctonos les debe dar asquito. No
sea que se vayan a contaminar. De ideología exótica, del personaje escritor y
de la barriada. Pena ajena.
Perdieron la perspectiva. Se equivocaron de
candidata. Se les va la Presidencia y les queda, como a cualquiera que pierde
la grande, atrincherarse en los otros espacios de poder.
Por eso, su declinación, aunque útil, es
improbable. Para la derecha a la que representa, llevar a Josefina hasta el
final es un asunto de fijar el nivel real de la fuerza de una ideología.
Valorar su anclaje social.
Habrá, entonces, que estar al alba. Sea cual
sea el resultado esa franja de la derecha conservadora no se va a retirar a
teorizar.
Por lo tanto, hay que distorsionarles esa
visión, obscurecerles el panorama. Reducirles la medición. Cargarles el peso
hacia un punto de desequilibrio. Quitarles desde abajo, cual piratas, lo que no
van a dar: voto útil al abordaje.
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