Del presidencialismo al televisionismo


Para presumir el registro ante el mundo y tal vez la posteridad, paso a paso fueron dejando la huella indeleble de la creación de su más elaborada estrella mediática: un político vistoso que fue llevado desde la invención de su imagen pública y privada, su discurso  y sus modos, hasta la antesala de la Presidencia de la República. Construcción sistemática de sus virtudes hechizas apoyada con disolución pública de sus errores e incapacidades. Igual que una fugaz estrella de cine; que una carita disléxica de telenovela. La más excelsa de las creaciones de la mercadotecnia del mundo moderno. Así, nos quieren mostrar que política, competencia electoral y ejercicio del poder en México han pasado a manos de la televisión.

Tienen razón en el PRI al decir que ya son otra cosa. Pasaron de ser el partido del presidencialismo al partido del televisionismo. Entregados a los medios que se quieren comer al país entero. Porque también hay que decir que lo que estamos viendo es producto de una simbiosis: las televisoras solas no hubieran podido hacer de Peña Nieto un candidato competitivo: necesitaba una maquinaria electoral organizada para movilizar votos; ni el PRI sólo hubiera pensado en regresar competitivo con un candidato como ese, que no es su cuadro: ocupaban el instrumento distorsionante de los medios para inducir los votos. Juntos pasaron por encima de quien controla el aparato del Estado, dejándolos, a él y a su partido, pasmados. Lo obligaron a un acuerdo subordinado y le dieron chance de hacer, en cadena nacional, el papel ridículo del justificante. Calderón ya hizo entrega prematura de la Presidencia, bien derechito y sin meter las manos, en la soledad de su oficina frente a una cámara de televisión. La argamasa que une a todos es, desde luego, el poder del dinero.

También hay que precisar que este enjambre de operatividad política no se reduce al PRI y a Televisa. Son los consorcios de la comunicación con las cadenas televisoras a la cabeza quienes utilizaron los espacios de varios partidos para colar a sus personeros en diversas candidaturas. Su principal interés es penetrar e influir en los congresos. PRI, Verde y PAN los principales. Algo con Nueva Alianza. La izquierda no se salva del rebote. A cambio de eso, del dinero de las campañas y de los futuros negocios, esos consorcios inventaron una realidad electoral con una finalidad inductiva: ahí queda el registro del humillante y vergonzoso papel jugado por MilenioTV con sus imaginarias, machaconas e infladas “encuestas” diarias para tratar de convencer de que no había más posible ganador que Peña Nieto. El autoritarismo de los mass media que aspiran al monopolio de las voluntades y las conciencias.

Su principal competidor ha sido la ruptura del cerco informativo mediante las redes sociales. Recursos comunicativos que no le disputan aún la hegemonía a la TV y a la radio en cuanto tienen una cobertura limitada por el acceso a internet y a la nueva telefonía multiservicios, pero como elemento generador de opinión pública y de convocatoria se les han convertido en un dolor de cabeza. Precisamente uno de los objetivos próximos del autoritarismo televisionero será tratar de limitar por la vía legal los accesos a las redes y el flujo libre de las ideas. Priístas y panistas coinciden.

La capacidad de convocatoria de las redes sociales tiene un impacto social superior al del propio flujo de las ideas. Muy rápido han dado cuenta universal de ello. Como en otras partes del mundo, así surgió en México el movimiento callejero, en este caso como #YoSoy132; la nueva resistencia. Movimiento que mientras no pierda de vista que Peña Nieto es sólo el muñeco de la telenovela, el instrumento, y que el objetivo debe ser romper la hegemonía de los consorcios de la comunicación y mantener el derecho y la libertad de información, puede tener aún un largo trecho.

Parece que así va la cosa y eso es lo que el autoritarismo de las televisoras no entiende, como no lo entendió el presidencialismo autoritario de Díaz Ordaz: creen que toda movilización social es inducida y manipulada por “manos oscuras”: ayer los comunistas rusos y hoy la Morena. Piensan que con un machetazo de autoridad pueden cortar el supuesto vínculo que las soporta y así reaccionan en consecuencia. Esperemos que no repitan ese error con esta nueva secuencia de rebeldía juvenil, aunque parece que esa es su tentación. Ya huele. Parloteando por una pretendida estabilidad nacional que ellos no respetan quieren responsabilizar a López Obrador y a su estructura organizativa Morena de la inconformidad y la frustración juvenil acumulada. Creen que los chavos son idiotas; que no se dan cuenta de lo que pasa; que no tienen capacidad de respuesta por su propia cuenta.

Por el contrario, está sucediendo una reacción política a la inversa.  La calle se impone. Si AMLO no está reconociendo los resultados electorales no es únicamente porque están poco claros y acude a su derecho de transitar las instancias legales para tratar de limpiar el cúmulo de rarezas; lo hace también por los que están resistiendo y protestando en las calles, para no dejarlos descubiertos. El vínculo no es de manipulación personal o partidista, eso es un absurdo, el vínculo es político por causas comunes y justificadas más allá de las voluntades individuales. AMLO quiere que se limpie la elección. Los jóvenes quieren que se limpien los medios de comunicación. Los corporativos de los mass media ayudaron a ensuciar la elección. Ahí en donde ambas cosas se juntan.

Calderón y el PAN se entregaron en la previa. El Magistrado Presidente del TRIFE dio la señal equivocada: puerta cerrada sin aún conocer las motivaciones del demandante. Malos augurios. Continúa la larga marcha.



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