Fauna rastrera


No fue el premio para la langosta que se posa, aunque con la palabra traiga y lleve a los sonetos vibrando. Tampoco para la lagartija, la cachora, la iguana, la lagartona o la cuija besucona. El gran premio de mediados de año es para la camaleona. Mediados que bien puede ser de una década. Premio mayor a la verdadera rastrera, maestra multicolor del acomodo.

Para algunas de las demás ahí van quedando cosas:

La lagartona transparente trata de hacerse pasar por cuija besucona. A nadie le extraña. Buscona. Su regalo consolador y exagerado fue mal ganado. Será el futuro pavor de sus patrocinios y del menso que la cargue. Muy pesada para ser la reina de la banqueta.

La cachora como siempre en lo suyo, algo ha ganado con la ganancia de otros. Callando sin rubor, ratificando que cuando guarda silencio es porque engaña. Se muerde la lengua. Supo mostrar en la temporada que su calor florece en la prosperidad, porque cuando no hay con qué, congela y enfada. Habráse ido a abrir su mente en flor, ese templo inodoro de su sabiduría repetitiva, en otro catre.

La iguana se conforma con seguir viendo al sol, al cemento y al zacate.

La verdadera cuija besucona, velando el sueño. Avanzando untada de espaldas, arrastrándose pegada a la pared, en interminable espera.


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