Ley garrote


Dicha ley adquiere una connotación distinta a la conocida práctica antigua en España, por ejemplo, según la cual se ejecutaba legalmente a los disidentes a punta de garrotazos, con las exclamaciones de júbilo de los espectadores.  Aquí la ley garrote es la utilización más privada de una herramienta específica, el martillo, en actividades atípicas a sus fines primarios.

Evadiendo la aplicación de la ley, un investigador del crimen nos cuenta su historia. Dice la presentación del libro: “En México DF, un investigador sui géneris anda tras la pista de una joven secuestrada, arriesgando su integridad física y su salud mental”. ¿Investigador sui géneris? Hay que decir, sin adornos y sin exageración, que Gil Baleares es un hijo de puta y perro. Literalmente. ¿Salud mental? Entonces hay que reconocer que la normalidad psicológica de nuestra sociedad padece de algunos problemitas. Así, el otro Baleares, el viejo con su alzheimer, solo se da sus pequeñas escapadas a la sublimación del olvido desde la sucia degradación de la lucidez. ¿Qué significará estar cuerdo en este mundillo feroz?

Lenguaje y violencia son crudeza pura. Traición, simulación e intriga son cotidianeidad y costumbrismo. Nadie se escapa porque son la vida misma en la comarca. Pero no se crea que es nota roja chafa de pasquín. La clave no está en decir lo que ya se sabe, lo que se ve todos los días, sino en cómo se cuenta. Hay aspiraciones y un hilo de esperanza en los corazones. Humanidad.

La entretenida novela está a la altura. Sorpresa a la vista derivada sin mucha expectativa de un arranque de sospecha atrapada en un estante escondido de la librería. Fue acreedora de un premio internacional de novela negra en 2007. Tarjeta de presentación. Muestra de que la creatividad negra en lengua propia tiene con qué y da para mucho, ahora que tan nórdica está la moda de las editoriales que promueven el género.

(Ley garrote, Joaquín Guerrero-Casasola, Roca Editorial de Libros, Barcelona, marzo de 2007)


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