Aquella amiga lo sabía


Afuera se apagó el cielo, suena el viento; será aguacero, no da para tormenta. Si el agua refresca, algo se irá lavando por las alcantarillas. Por cierto, ¿cómo se hace para aplacar una tormenta? Dirán que no se aplaca: se cierran puertas y ventanas y se sobre lleva. Después de la tormenta, la calma para hacer el recuento y la reconstrucción de los daños. No me digan eso. Esta tormenta debe desaparecer antes de que quieran ponerle nombre. No debe quedar registro en las clasificaciones. ¿Retrospectiva  terapéutica de taburete o borrón silencioso y cuenta nueva? No quiero algo que la enmascare sino que la disuelva. Como la lluvia. Pero la lluvia para este caso no sirve, es parte de las tormentas. ¿Acido tal vez?  ¿O potasa? ¿Alcohol o acetona? ¿Una bala? Se deja al plomo afuera; las limpiezas que sabe hacer no son para esta causa. ¿Cómo se apacigua una tormenta?

Tal vez nadie lo pueda decir porque nadie sabe, bien a bien, con quién se mete hasta que le pasan la cuenta y, mucho menos, experimenta en cabeza ajena.

Vea.

Un buen día salí por los cigarros y regresé de inmediato. Que era un buen día es un decir: lugar común. No terminó siendo tan bueno. Bueno, no lo sé, a lo mejor me convenía. Fue un día que no me gustó porque no supo guardar las formas; ya no hay respeto para la escases de cabellera.

Fui por los cigarros y cuando regresé ella no estaba, se había ido. Dirán que eso me pasa por no fumar y por hacerme el desaparecido. Pero no fue el caso; ya dije que regresé tan luego como debía. Efectivamente no fumo, el tabaco era para ella. Confirmarán, entonces, lo que suponen: me dio un besito con mucho amor para que aceptara la distracción, “por favor”, y ella se fuera. El simpático pretexto de ir por los cigarros para la huída pero a la inversa.

Aunque me hubiera ahorrado saludo y despedida al dependiente de la tienda, regresando volado, ya no la hubiese encontrado. Si había decidido volar, iba a desaparecer aunque fuera trepada en un pollo. Lo que me sucedió no fue un asunto de velocidad sino de altura. Ya no alcanzaba yo a estar al nivel de su majestuosa humanidad ¡ea! Me hizo chiquito ante sus ojos acumular años y reducir pesos. Así lo he dicho, pesos no peso. Aunque seguramente también, algo se desfigura el figurín. Me sucedió aquello por privilegiar la acumulación de experiencia, sabiduría y paciencia dejando enflacar la cartera.

¡Ay! Amiga mía, como te recuerdo ahora. Bien que me lo decías: tu futuro es escribir frente al mar sin dejar de explotar tu intensa vitalidad hasta que te hagas igual que la arena; pero prepárate para que puedas pagar lo que aparentemente gratis te cae del cielo ahora. El amor, queridito mío, no es un sentimiento neutro, es un elemento más del tabulador de las fortalezas y de los ingresos: con el tiempo se desvanece y en la pobreza francamente desaparece. Si alguien para entonces te quiere hacer creer que te lo puede dar a cambio de nada, recela. Prepara la alforja para que puedas tener a tu musa al lado o a las que quieras; para un madurito, aunque se mantenga bueno, la madurez no es gratis. Cuesta. O pagas o te pegan y se despega. Power mi chiquito; power sonante es lo único que te conserva. No lo pierdas.

¡Cómo no darle la razón ante el curso de la evidencia! Ni para reclamar abandono en las malas, es ley, estaba dicho que sería de esa manera. ¿Hacerla saber a los viento sirve para desmotivar el vértigo de la tormenta?  No lo sé. Dejémosla ahí; tampoco me voy tatuar el martirio de la advertencia

De todo esto me queda por averiguar lo que gana un tendero al vender un inconsumible. No habrá cliente frecuente para los cigarros. ¿Qué voy a hacer con esta cajetilla?


Comentarios

Entradas populares de este blog

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

Sobre el dinosaurio camaleón

No hubo “corcholatas”