Dulce de palanqueta


Nena dulce de palanqueta. Extraño tu vista alegre succionando el humor de mis pensamientos.

En el horror del peor de los misterios, castigo de miserables y anónimos profetas, estoy en el fango del asfalto batiente y no puedo verte.

Extraño tu boca húmeda succionando la pasión de mis interiores. Tenerte.

Despierto sintiendo tu vibración al calor, entre las sábanas de franela. La piel suave de tu pierna se levanta como el asta que ondea la bandera proclamando guerra.

Se abre el surco de tu inconsciencia con un suave deslizamiento. El empuje de una invasión penetra en tu cerebro al compás de cada uno de los movimientos. Se tensan las cuerdas. 

Tu debilidad más primitiva se te escapa, te delata, se te escurre lentamente para irme bañando hasta llegar a los vellos. Me empapa.

Encuentro la campanilla del gozo con los dedos. La friego. La hago sonar con el ritmo acompasado de mi cuerpo completo, hasta el desfallecer de tus ojos dentro de un grito ahogado por el fuego, un ruego rabioso y exigente para que el momento sea eterno.

Déjame acompañarte en el recorrido, guerrera. En el ciclo justo de la siguiente vuelta. Concentra la sensación en el vientre. Te quiero regalar la dosis intensa de nieve caliente.

Así, ¡ay!

¡Así!

Siente, siente.

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