Estar quisiera


Estaba en todas partes del mundo y no estaba.  En ninguna estaba. ¿En dónde es, entonces, que estaba? Sólo con los títulos y con las portadas. Con los nombres de los prohombres y con los de las mujeres aladas. ¿En dónde estaba? Sabiendo con exactitud que existen los que existieron pero sin conocerlos. Sin sucumbir de hinojos ante los detalles de sus destrezas. Sin subir con humildad curiosa la cortina de la entrada para bajarla por dentro hasta que el telón se extinguiera. ¿Estaba? En el intermitente resplandor de la marquesina: farol de día que únicamente consume energía y no ilumina con certidumbre nada. ¿En dónde estaba?.

Tuvieron que pasar frente a mis extraviados ojos las borrascosas montañas repletas de silencios para que entendiera que alguna ubicación hubiera. Silencios ruidosos rebosantes a borbotones de palabras eruditas y callejeras. Letras plasmadas en tinta indeleble y pegajosa. Palabras de las que no hay más. Todas. Casi todas. La palabra infinita. Multiplicada.

Para estar donde no estaba.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre el dinosaurio camaleón

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

No hubo “corcholatas”