Nuestras olimpiadas


¡Ah! estos especímenes de la televisión a quienes llaman cronistas deportivos (creo que todavía así les dicen). Son unos embusteros. Afirman desvergonzados cosas totalmente diferentes a las que mis ojos registran. Y eso que los científicos dicen que ver es creer.

Olimpiadas de Londres. Una competidora mexicana en el duelo de las patadas se enfrenta en eliminatoria a la española que es campeona mundial de su categoría. Dice el merolico en cuestión que será muy campeona pero la nuestra viene con mucho entusiasmo y muchas ganas, medalla de bronce en los Panamericanos de Guadalajara y va por todo (léase con grandes gritos de euforia). Además la española, muy experimentada, también ganó en la ronda anterior pero lo hizo apenitasy con dificultades, no se le vio tan bien. Hasta aquí llega.

Me brinca en el cerebro el embuste y me choca la venta de ilusiones. No me cuadra la propia información que el gritón me está dando. Cuánta falta de seriedad y de sentido objetivo, pienso. Cuando menos debiera comentar el grado de dificultad al que la paisana se enfrenta y el éxito que sería que lo superara. Pues no: ahorita la azteca va a comer jamón español para gloria de la patria hija.

Dudo entre cortar esa vacilada, presionar mute o darle rienda a la curiosidad. Gana el morbo.

Empieza el combate mientras termino de desayunar y en lo que levanto los platos de la mesa. De repente ya veo el marcador 4-0 a favor de la española. ¿Y eso? El engañifas trata de tranquilizarme: no hay de qué preocuparse, en cualquier momento nuestra compatriota termina esto con una patada fulminante. No evito la mueca; sonrisa triste.

6-0; las contrincantes van a un descanso. La voz zumbona me cala: no pasa nada, esto apenas está empezando y todavía la mexicana…

Clic.

¿Que se cree este idiota, que somos iguales? Ya no le di chance de fastidiarme. Tal vez iba a decir que la mexicana tiene un tío en el Comité Olímpico que rápidamente iba a arreglar las cosas.

Plato, vaso y tenedor están lavados. Me devora las entrañas la desazón acumulada. Me río con mis dudas: ¿y si ese wey tenía razón y yo soy un apátrida?

Clic otra vez.

Ya no está la pelea pero me entero que no se pudo filetear al jamón serrano. Despuntaron al nopal. Me tranquiliza saber que no soy tan mal mexicano aunque no sea creyente. Al que le debería dar pena es a otro, pero el merolico ilusionista, tranquilazo, ya deberá estar preparándose para sus próximas mentirotas. Ni quien se lo reclame.

La televisión les da derecho a ser impunemente embusteros. Siguen pretendiendo que nuestro cerebro crea lo que su boca dice a pesar de lo que nuestros ojos ven. ¡Ni en los tiempos de la radio! Paco Malgesto, Fernando Marcos y Ángel Fernández se estarán riendo y retorciendo.

Ahora está ahí otro de los ilusionistas hablando del medallero. México con 3 de plata y 2 de bronce en el honroso lugar 42. Recuerdo que ayer, con la misma cantidad, estábamos en el 40 y que ese día con los clavados y no sé que más, nos iríamos al cielo. Y recuerdo también que la semana pasada, con las mismas, estábamosen el treinta y tantos. Otros suben ganando mientras el estancamiento baja. Los recuerdos me acompañan hasta los días de inicio de los juegos en los que los desgañitados apostaban a que lo menosque nos íbamos a traer eran 14 medallas.

Dice este otro a gritos esperanzados, frotándose las manos, mirando retador a la cámara: el casillero del oro sigue vacío pero ahora sí, el próximo sábado…

Clic.

 Mejor me espero...





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