Al filo


Voló zumbando la queja azarosa. La calma zambullida debajo del alma: “ya me estoy sintiendo hasta la madre de los mismo. Un día puedo caminar tranquilo, contigo de la mano, por el centro mismo de la capital del universo y al otro día todo está hecho cuacha”. Voluntades al margen. Los pliegues se cierran porque siempre hay un límite. Evidencia frágil de que pertenecemos a los bordes. Estamos en el filo. La contradicción de estar y después no. De ser y no ser. El principio y el fin. Juntos.

Así sucedió de un día para otro. Ayer estaba y hoy no. De la nada. Sonia perdió a su hija y no he podido hablar con ella. Primero porque yo no podía. Estupor le bautizan. Después porque el teléfono no ha querido. No la perdió, se la quitaron a la mala. Criminalizaron la ausencia. Desataron la furia. Tendrá consecuencias. Querida Sonia tu pérdida arrebata el sueño. Me duele en el alma. Ahí donde estés dando la pelea está el abrazo solidario y el mejor sentimiento.

No salgo de esa cuando en mi cabeza reaparece Paco tabaco como una idea impuesta. ¿Ya te enteraste? ¡Pues claro que no! Me han dicho que ahí está todavía pero ya de salida. En el hospital con los pulmones hechos humo. Humos de todas las marcas que se condensan en un solo precipitado: cáncer. Aquel chavo –que me sigue resultando chavo- que estando conmigo se encargó de las casas, siendo Casas, y así hizo su fama. El que me sucedió para hacerse cargo de la baraja del sindicato. Que me siguió, paralelo, acompañando en las subsecuentes andanzas. Paco, va el abrazo postrero. No sé si te vea porque ya no dejan verte. De humos a humos, con muchos gritos y sus silencios, seremos otros vapores.

Por eso vuelvo para entender al frustrado que ayer caminaba feliz tomado de la mano y hoy manotea presuroso tratando de asirse de la nada. Porque el futuro tiene que ser hoy. Porque nada es para mañana.

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