Cortes finos


Recibió la tarjeta de la mano de una mujer bella, piel trigueña, baja de estatura, sonrisa amplia, cabello negro hasta los hombros, pantalones entallados, generosas caderas, blusa blanca, zapatos con moñito y una ancha pulsera, plateada y brillante, en la muñeca izquierda. No tuvo tiempo para el papelito que le daba mientras admiraba a la princesa. Caminaba presuroso por Amores lo cual podría ser interpretado como un encuentro cargado de premoniciones. Si aquí es donde trabaja, ya regresaría por ella. Aunque ni siquiera se fijó en qué tipo de negocio se trataba.

Madia cuadra más adelante, sin dejar de ver el camino, miró de reojo el texto con letras grandes de la tarjeta. Impresas en blanco sobre una cartulina negra. Como un cosquilleo primero, recibió la suave descarga eléctrica del universo; la señal completa. Sin duda la enviaban las galaxias. Nada de esas mamadas de que son los astros que se alinean. Esa es una frase rutinaria de los merolicos charlatanes dedicados a engañar a sus ovejas. Su religiosidad es otra. Si los astros se alinearan, la vida no fuera. El mundo existe por el desorden en el universo, por el caos y la entropía. Son las galaxias lejanas y en constante movimiento las que mandan sus designios, para quien quiera recibirlas y entenderlas, después de viajar años luz en una larga travesía. Llegan frente a los ojos de los elegidos por el caos y la fortuna. No estaba escrito. Nada estaba dicho. No es un hecho predeterminado por el destino pero cuando la señal suprema llega debes saber reconocerla. A cada quien le llega a su manera pero no todos alcanzan a verla. La suya por fin había llegado, estaba ahí, en su mano, escrita con la luz de las estrellas en medio de un fondo oscuro, como las profundidades del cielo: EL ARTE DE HACER BUENOS CORTES.

Si no tuviera tanta prisa y pudiera dar marcha atrás, corriendo, le daría un beso a su pitonisa, la vería muy serio a los ojos y la enamoraría. Pero sus jefes pueden sancionarlo severamente si se retrasa. No puede llegar tarde a la cita. La vida va por medio. Tiene que cumplir la tarea. No se podía hoy pero muy pronto regresaría. La diosa de su fortuna. Regresaría por ella.

EL ARTE DE HACER BUENOS CORTES. Lo leyó una vez más. Sólo esa parte. En un acto acompañado de emociones confusas, de excitación y coraje, arrugó la tarjeta en la palma de la mano derecha, apretó con fuerza y la arrojó en medio de la calle, contribuyendo inconsciente a incrementar el cúmulo asqueroso de desechos que tapan las coladeras. No iba a pensar en eso ahora. Para qué preocuparse por la salud ya lastimada de un minúsculo planeta cuando las galaxias lo habían puesto a girar en una nueva órbita sobre la que se sustentaría la fuerza que habría de superar los desafíos y con ello alcanzar el éxito en su novel carrera. Nada podía detenerlo. Nadie habría de ganarle. ¿Qué se creían los pinches perros de la competencia?

No le importaba nada más. Nada para fijarse, tan siquiera, en el resto del contenido de la tarjeta. Podría ser de una estética, de un salón de belleza o de una peluquería. Podía haber sido de una carnicería o de un restaurant norteño. Tal vez fuera de un taller de confección textil o de una sastrería. Forzando las posibilidades, quizá un promocional de quirófanos o de servicios forenses. Hasta una mentada; un corte de manga y punto. No importaba. La orden suprema estaba dada.

Nadie como él podría hacer mejor los cortes. Le demostraría al mundo y a las galaxias, empezando por sus jefes, que los cortes de garganta quedarían profundos e impecables a la primera. Sería el rey de los cortes de yugular perfectos. Ningún pendejo de las bandas contrarias lo igualaría. 






Comentarios

Entradas populares de este blog

Sobre el dinosaurio camaleón

México ante la necesidad de un Nuevo Orden Mundial

No hubo “corcholatas”