Efecto Tequila


Una novela en la tradición del espionaje más incisivo y despiadado pero muy a la gaucho-azteca. Pasando por entre los pelos colorados de una gachupas intensa. ¡Qué tía! ¿Qué agente doble o triple puede llamarse Palidasombra Santibáñez y pasar desapercibida?  Con el sobrenombre de Urganda ¿se salva?

Los militares argentinos, con la costra dolorosa de la madriza que les puso la pérfida Albión en las Malvinas, están de vuelta con un nuevo intento de golpe de Estado, aprovechando la desastrosa crisis económica que asoló al país pampero. Sus tentáculos alcanzan hasta México en donde pretenden embolsarse dinero de otro pobre pueblo con el frustrado Renave ¿se acuerdan?

Pero si para defender al mundo están los gringos con su CIA, a la hora de salvaguardar los intereses mexicas de cualquier amenaza exterior, -incluida la amenaza gringa con su CIA-, están los héroes anónimos de acá mismo. Alezcano es un intrépido espía mexicano que en su pasado ayudó a los británicos robando información en Buenos Aires, en una operación que tenía el deleitoso nombre de Submarino Amarillo, misma que fue útil para terminar de partirle el eje a los Chés en aquella guerra isleña y desigual. Sin ningún remordimiento latinoamericanista. Ahora va de vuelta contra los milicos en un juego de bandas cruzadas donde igual entran españoles, británicos, israelíes y orientales de en medio. Un espía al que, desde luego, le valen puritita madre los intereses nacionales. De cualquier nación. Todo sea por la paga.

Un espía hijo de hippies totonacas quienes con sus ceremoniales de paz, mota y amor terminaron engendrando a un torturador de activistas de izquierda. Que quede claro: Elvis Alezcano, -también conocido como Guitarra de Hendrix-, no se enfrenta a los militares por algún error de convicción. No hay causa ajena. Es de los mismos, pero él se cree que es menos ojete. Un violento que torna en especialista del disfraz y, por lo tanto del engaño. Si la información es poder, entonces ese es su poder: birlar, sustraer y vender información. Un violento que nunca porta arma. A la hora de los madrazos y los balazos recibe los primeros y siempre hay alguien que lo protege de los segundos. Un espía que en su historia protagónica ni ejercita el sexo ni dispara. Menos mata. Todo un anti James Bond.

Escudriñando las constantes, las muletillas, el relleno:

-Un proyecto absurdo de nueva tecnología en el que recurrentemente piensa, pero no trabaja, su mente.

-Elena que se le fue, porque se cansó de vivir con un idiota, siempre en su mente empiernada con otro.

-Martirio castrante. Por lo tanto, el héroe atípico nunca se ve envuelto en escenas eróticas. Le saca. No hay.

-El calzón morado de encaje de Elena, que pudo conservar, cubriendo su cara en los momentos de meditación tumbado en alguna cama. Aspirando un aroma que ya solo es recuerdo.

-El recuerdo de los padres. La culpa original. El intento frustrado de juntarlos con Mick Jagger.

-Hace mucho que no se la acarician.

-Siempre necesitando un beso.

-Los títulos de las canciones de antes, como referencia.

-Los comerciales de otros tiempos.

-El acceso a chats con diálogos que no son. Incomprensible.

Y cuando hay chance de que lo regresen a México lo mandan por la ruta del narco. Entra al país por Cancún. ¿Qué fama, no?

Se evita el golpe militar a fuego limpio. Al final de la intriga ganan los buenos. Claro, si es que los hay.

(Efecto Tequila, Élmer Mendoza, Editorial Tusquets, 1a edición en Fábula, México, 2010)




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