Firmado con un klínex

Élmer Mendoza puede darse el deleitoso lujo de garabatear los disparos del pensamiento y hacer que se los publiquen con gusto. Para poder leerlos con gusto. Así son estos trece cuentos locos simpatiquísimos. O como sea. Cuestión del preferencias y de las ganas. Hasta del momento de la lectura, dijera. No todos son iguales. Disparejos. Útiles para recuperarse en su estilo de escritura. 

Sin mucho más que recomendarlos para una lectura rápida, que lo demás lo diga la contraportada:

Los lectores que busquen una metáfora fija y estable de la realidad pueden empezar a buscar en otra parte. Lo que impera en estos trece cuentos es el movimiento: historias breves y rápidas, imágenes vibrantes y violentas, personajes que van y vienen entre la realidad y el delirio. Un detective -el Zurdo Mendieta- investiga una epidemia de suicidios femeninos; dos europeos -un italiano y un francés- discuten una noche antes de que sus selecciones nacionales de futbol se disputen la Copa del Mundo; cuatro motociclistas se pelean el privilegio de seducir a una asesina; un mundo es dominado por los Nolectores y en otro los escritores mexicanos contemporáneos departen vivamente; desfilan también traileros, arquitectos, actrices y hasta una dudosa Miss Sinaloa. Para decirlo de otro modo: en estos relatos sin paja y con mucho músculo está el imaginario picaresco y chispeante a que nos tiene acostumbrados Élmer Mendoza. Eso y su humor, su prosa y la sabia certeza de que "el demonio se llama estabilidad".

(Firmado con un klínex, Élmer Mendoza, Tusquets Editores, colección andanzas, México, 2010)



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