Merodeando con la tinta de la pluma


Nadie puede corregir las vulgaridades que se le ocurren a un oso cuando se haya desorientado en el desierto.  Así hundiste el barco sin marea. El problema era la carga, pero lo doblaste a punta de boquetazos  cuando la tripulación dormía. Pensaste que sólo con cambiar las sábanas el oso invernaría plácido en la cama de arena.

Cualquier divinidad lo sabría. Los faros se extraviaron. Los náufragos del barco reclamaron que encallara en un calabozo con apariencia de dormitorio cuando en realidad era una hielera. No les calentaban ni las múltiples facetas de tu personalidad, ni los escondites de imágenes, ni los plásticos inutilizables. El oso no los necesitaba. Para eso se había puesto el pijama. Fiera extraída de su ribera. Melaza de hiel y veneno almibarado para que se la tragara.

El oso capitanea la nave y, guiado por el Ave Fénix, navega. Hay faltantes en las cuentas de los compromisos, ausente está la humildad de los baúles, carencia de cobijas. Hay tormentas. Nadando cada quien en las dunas del desierto. Mejor que tapar los boquetes con corchos y taquetes. Mejor que tener que cerrar las grietas de una boca que grita sin novedad escondiendo las bayonetas entre las piernas.

El templo del pecado se desliza hasta el fondo. Anda y búscalo que lo arrastra el ancla. Sirve de morada. El oso que de tanto pedir calor se diseca. Se va el pecado con el barco. Se va jalado por una estela de vergüenza.

Hay una posibilidad, entre muchas, de que se vuelva a prender la caldera. Cuarto de máquinas de un trasatlántico que surcará todos los mares de la Tierra. Nave que cabalga a tropel loco por los arrabales inexplorados de la inconsciencia. La caldera del infierno. Cualquier propuesta estúpida de hacer un alto está en veda. No hay espera para los pasajeros que se distraen renegando de la oferta.

El oso no se hunde en el agua, chapotea. Prefiere flotar sobre la arena. Se hunde el barco volando por los aires. En la arena estornuda. Se le aflojan las velocidades pero en el agua se extrema. El oso y el barco van parejos por la misma ruta. Una ruta que no alcanzan nunca.


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