Peligrosa fragmentación de la izquierda
Nos tomó por sorpresa, hay que reconocerlo. Por
lo menos a mí. Me parece un movimiento estratégico inverosímil, fuera de lugar,
con malas formas y en el peor momento.
Ya no era lo que se esperaba ni lo deseable.
Después de construir una salida políticamente bien estructurada al
desconocimiento del resultado electoral, se veía venir la consolidación del
liderazgo de AMLO entre todas las izquierdas, manteniéndose como el punto de
referencia por encima de grupos, partidos y corrientes.
El llamado a estructurar orgánicamente a Morena
era lógico, como movimiento social y como un factor de impulso para la acción desde
abajo, para darle salida con objetivos definidos a la radicalidad desesperada y
para ejercer el papel de presión amortiguadora de las funciones meramente
políticas, legislativas y de gobierno de los partidos políticos de las
izquierdas.
Por eso mismo, la contraparte esperada era
mantener organizado el frente político en el Movimiento Progresista (o como
quisiera llamársele) buscando que actuara lo más unido y coordinado posible en las tareas
legislativas y de gobierno, así como en las contiendas electorales por venir,
dándole en ese terreno, también, el apoyo necesario a las causas sociales y a
las luchas populares.
Un todo de las izquierdas cuyas partes diversas,
hasta hoy, reconocen un liderazgo incuestionable. ¿O se piensa que alguien más
tendría ahora la posibilidad de disputárselo?
Esta es la tarea más compleja. La más necesaria
para las izquierdas y la que requiere de un liderazgo unificador imposible de
improvisar. Sin embargo, AMLO ha optado por el camino menos comprometedor. Ha
decidido mantenerse como la conciencia crítica de la nación en vez de asumir
la responsabilidad unificadora y equilibradora que las izquierdas y el país
necesitan. Y no es frase retórica.
La decisión de AMLO fragmenta. Su discurso está
destinado a satisfacer los oídos del sector más radicalizado en términos de la
crítica interna a los partidos registrados. Se avecina un incremento de las
tensiones en la izquierda, entendida como un todo, con la segmentación
artificial entre buenos, malos y regulares. Dependiendo de quién los
clasifique. En esas circunstancias, la complementación de las tareas políticas
y la movilización social habrá de complicarse.
Si finalmente, como parece, MORENA canaliza sus
esfuerzos hacia la conformación de un nuevo partido, el panorama de desgaste
será mucho peor.
Por lo pronto, con su planteamiento AMLO ya
puso en una encrucijada innecesaria, e incluso en un conflicto, a un
conglomerado importante de militantes de las izquierdas, algunos de ellos con
cargos de representación o de gobierno, que desde los partidos políticos
impulsaron a MORENA.
Más difícil será para los militantes políticos
que habrán de enfrentar elecciones locales el año próximo con este llamado a la
dispersión, pero con el espectro de registros partidarios tal y como está
ahora. Habrán de enfrentar la tensión propia de los recelos y las desconfianzas
con quienes pudieran estar impulsando la nueva organización. ¿Van a aceptar los
partidos postular a candidatos bajo sospecha de que después los van a
desconocer? ¿Va a buscar MORENA incorporar sus propuestas en esas elecciones?
¿Por vía de cual partido? ¿O no va a inmiscuirse en elecciones hasta que
consiga su propio registro?
En vez de abonar a la unidad, la decisión de
AMLO incrementa el grado de dificultad para la coordinación de las izquierdas.
Pero hay que decir también que en nada han contribuido las declaraciones
rupturistas al estilo de Jesús Ortega. Por el contrario. Son irresponsables. Cada
parte se está yendo por el camino del menor esfuerzo, a cuidar su cobertizo, su
parcela; a administrar su fragmento de una izquierda en desconcierto.
Mantener el equilibrio inestable entre las
distintas fuerzas de izquierda obliga a una responsabilidad y habilidad suprema,
al nivel de los grandes líderes y estadistas. Le están sacando la vuelta. Si a eso
se le quiere llamar esquizofrenia, bipolar será, no importa.
El caso es que la
izquierda mexicana, como opción visible, viable y confiable, se está poniendo
peligrosamente en cuestión frente a la ciudadanía.
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