Suicida con ayuda
Estaba el automático orador en el quicio de la banqueta queriendo suicidarse. Pasó raudo el automotor evitándolo y mentándole la madre.
Algo me dice que no es honesta.
Todo te lo dice, pendejo, pero hazte a un lado. Tu ropa apesta. ¿Por eso vas a abollar mi calavera?
Una y otra vuelta. Una y otra. No es honesta, no es honesta. Se lo pensaba mejor, repitiéndose la duda de su dolor, queriendo suicidarse.
Hasta que recibió por la espalda un empujón tirándolo debajo de las ruedas.
Era la honesta.
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