En apoyo a la diputada Graciela Saldaña

¿Es mejor -o peor- un legislador o un gobernante por haber nacido en un lugar o en otro?

Por sí mismo ese hecho es irrelevante. Los criterios para calificar el desempeño de un representante popular pueden ser muy diversos. El respeto, la eficacia, la autoridad y el liderazgo en una sociedad democrática (o en una que pretende serlo, como la nuestra) no dependen de la cuna. Ser nativo del lugar que se gobierna o se representa no es garantía de nada. De ejemplos múltiples están pletóricas las páginas de la historia: sátrapas inmorales, dictadores criminales y pseudodemócratas corruptos, mal nacidos, han sido el azote y la desgracia de los pueblos que los vieron nacer.

¿Denuesta u ofende a un país o a una nación el hecho de que se critique a su gobernante?

¡Claro que no! ¿Y a un estado de la federación lo ofende la crítica a su gobernador? ¡Pues tampoco! Quedó atrás, hace mucho tiempo, la monarquía absolutista que se atrevía a presumir, con el francés Luis XV, “el Estado soy yo”. Mucho menos es una afrenta -ni siquiera para el gobernante aludido- si la crítica es emitida de manera razonada desde la oposición y/o desde un representante de otro de los poderes institucionales.

Graciela Saldaña es Diputada Federal por voluntad mayoritaria de los electores del Distrito Tres con sede en Cancún. Ella no nació en Quintana Roo. La mayoría de los que la elegimos tampoco. No necesariamente: según datos del INEGI, Cancún está habitada en un 65% por personas provenientes de otras entidades del país. Eso sí, electores y elegida, todos somos quintanarroenses por decisión propia.

Graciela Saldaña es, por lo tanto, representante legal y legítima de una importante franja de Quintana Roo en el Congreso de la Unión. Ni más ni menos. Como tal debe ser reconocida, tratada y respetada por los otros poderes. La sociedad sabrá evaluar si le cumple.

Graciela Saldaña, diputada por el PRD, presentó una serie de denuncias y críticas por las actitudes y acciones del Gobierno del Estado que ha violentado la relación con los municipios que no son gobernados por su partido, el PRI, y ha tensado innecesariamente la relación con la oposición, que tiene una importante representación en la entidad. Ha puesto en evidencia nacional a un gobierno que no tiene en su agenda el ejercicio de la política.

La reacción del Gobernador ha sido evasiva de los temas cuestionados, de forma en el tratamiento, pero con mucho fondo en el contenido cultural de su respuesta. Ha querido endosarle a la sociedad la crítica de la que él, su partido y sus gobiernos son destinatarios:

“Buscaron una efeméride para denostar a Quintana Roo, es lamentable”

La cosa es al revés: se cuestiona al gobernante para que se respete al estado. El primero no es lo mismo que el segundo. Al que han estado buscando es al gobernante para tratar los temas de interés de Quintana Roo, de la agenda que puede ser común con la oposición y con sus gobiernos municipales. Pero el gobernante tuvo que enterarse del mensaje emitido desde el Congreso de la Unión, a nivel nacional, en el marco de la conmemoración del 38 aniversario de Quintana Roo como entidad federativa. Un llamado desde el exterior del estado porque adentro los oídos del gobernante están sordos. Lo pudo evitar si hiciera política, pero no acusa recibo ni da respuesta con contenido. Como si los demás no existieran.

“La entidad es joven y le ha abierto las puertas a mucha gente de otros estados de la República e incluso a una diputada que no es nacida en la entidad y que hoy en día tiene la oportunidad de representarlo, es un orgullo. Respeto a los nativos y no nativos del estado, pero este tipo de actos por parte de la legisladora son lamentables.”

El sesgo chovinista del engañoso regaño es evidente: la diputada Graciela Saldaña debería sentirse orgullosa, tal vez apenada por ocupar un lugar que no le correspondería por ser fuereña, y quedarse callada. Corrección necesaria: la entidad joven no le abrió las puertas a una diputada sino que la entidad le abrió las puertas a una mujer que se hizo orgullosamente ciudadana quintanarroense a fuerza de su trabajo (como muchos y tantos otros) y que se ganó el derecho a representar a su estado como diputada. Con todo lo que ello implica. Con su derecho a proponer y a disentir. El orden de los factores si afecta. Pequeño detalle.

“Quintana Roo le ha abierto sus puertas a mucha gente de México y el mundo para fincar aquí sus raíces y su patrimonio familiar, sobre todo, porque no han tenido oportunidad en sus estados.”

Llegar y ayudar a construir un nuevo pedacito de patria es virtud, no pecado. Por las razones que sean. Quintana Roo no es una abstracción generosa que abre sus puertas, ni tampoco es sus gobernantes recibiendo gustosos la dinámica migración que le llega. Quintana Roo es la gente que lo ha hecho posible sin importar sus orígenes. Más aún: Quintana Roo se abrió de par al país y al resto del mundo debido a decisiones ajenas, externas, y no por voluntad de nativos o de originarios. Eso afirma su historia y el flujo de los capitales. La élite nativa de hoy es descendiente de los migrantes de antes. Los Pioneros lo dicen.

Migración, derechos ciudadanos y pluricultura son temas fundamentales del mundo globalizado, intercomunicado y moderno. La cerrazón es la respuesta de los grupos más conservadores. Todo gobernante, estatal o local, en una entidad como Quintana Roo, tan pluricultural y pluriétnica, debería cuidar de evidenciarse como discriminador y excluyente por razones de origen. Con este desliz que aquí comentamos aflora ese sentimiento localista que deambula entre los que ahora quisieran cerrar las puertas. Por lo menos algunas. Por eso la defensa de la diputada Graciela Saldaña y de sus derechos absolutos como ciudadana quintanarroense es la defensa de todos. Todos los migrantes somos Graciela.


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http://www.clicnoticias.mx/opinion/11892-en-apoyo-a-la-diputada-graciela-saldana-.html

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