Los faroles


Se distingue a un farol por su perniciosa necedad de hablar efusivamente de sí mismo adjudicándose las virtudes que no posee. Es un factor indiscutible que inspira el dicho de las comunidades: dime de que presumes y sabré de lo que careces.

Un farol con autoridad suele asegurarse de tener la última palabra. Al silencio colectivo que lo circunda lo toma como conspirativo y reconocimiento callado de su insoportable dicho. Se cuelga del alambre prestado; de la fuente de luz que no ha creado ni le pertenece. Pobre wey lo retratan en el pensamiento furtivo de quienes finalmente, por su propio interés, lo soportan.

El interés tiene pies aunque caminar signifique tolerar las luces iridiscentes de los faroles.

Esos risibles amigos imbéciles de la estupidez.


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