Otra de estadio

El Teodoro Mariscal cargado de ambiente. Sobre todo a la última hora. Por andar de confiado, al equipo de casa por poco y le sacan el juego de la bolsa.
Venados, abusados, chínguense a esos culichis. Los gritos de la gente desesperada.
Última entrada y los que se retiraron por anticipado se la perdieron. Igual que los que no fueron. 
Una recta acompañada de humo, de 95 millas por hora, acaba con las esperanzas de los visitantes que se quedan con dos hombres en base. Pierden por una carrera.
Lo que resalta: todo mundo llega a última hora: nada nuevo.
Los gringos aprovechando la estancia se echan el palomazo de su deporte preferido.
Las pulmonías son una manera común de llegada.
La carne asada la venden como si lo fuera. 
Bien el chavo cuidando la camioneta: te cobra al final y a la voluntaria; no con tarifa y por anticipado a la chilanga.
Ambos equipos están buscando representar a la patria (que no necesariamente es suya) en la Serie del Caribe: ahora que Cuba estará en la cartelera. Nada menos que por estas tierras.
Los vendedores no se ufanan: el mercado consumidor es quien los necesita. Nada de "cheve, cheve", usted  pida por lo que quiera.
Y las muchachas... ¿algo que decir? ¡Caramba!.
Una buena velada para un paso fugaz por unas calles, otrora bullangueras, que sorpresivamente parecen fantasmas. Puede que se deba a las alertas americanas, a los aplicados ahuyentadores de la comarca. ...y a que no todo cambio es para tener confianza.
La morada beisbolera. Ni modo que la visita furtiva no aplauda.


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