Al caballero de la pluma
¿Libertad de prensa?
Tierra prometida.
Cuando el pensamiento
independiente incomoda la piel sensible de los señores del poder sus reacciones
no dejan lugar a la sospecha: domina la vena autoritaria. El diagnóstico ya
conocido lo determina la evidencia: mandan con uso extremo de su fortaleza: la
ignorancia violenta.
La voz propia -aunque Sergio se
llame y por tenue que sea- les rompe los nervios. No toleran la crítica: los enferma.
Acostumbrados a las loas obligadas y al balido les estorba la palabra. Entonces
le cierran la puerta y en cuanto pueden la difaman, la amordazan, la doblegan con el hambre, la mandan eliminar o
la exilian. Imponen la sumisión como condición y regla: todos a repetir la
verdad oficial; obedezcan y cállense… o aténganse a las consecuencias. Gozan
doblando voluntades, dignidades y conciencias.
Sentencia sumaria contra la
inteligencia. Sálvese quien pueda.
Autoritarismo que estimula la
reproducción de su mejor caldo de cultivo: la sociedad bárbara en la que confrontación
y control sustituyen a entendimiento y tolerancia. Ese lugar dónde el estado de
derecho es usado sólo como fachada, como instrumento de coerción o como
coartada.
La ley que vale es la del más
fuerte. ¿Qué se puede esperar? Triunfa el que más arrebata. Aunque suele
suceder que su victoria sea efímera -lo que dura la existencia de los mortales-
y su derrota imperecedera.
Ninguna novedad, me dirán.
Seguramente. Lo hago notar para dejar constancia. Una vez más. Identificación
de una realidad y su persistencia. Tiempos que corren…
Y para resaltar: lo que realmente
vale es el valor para resistirla.
La libertad de expresión y de
prensa es un valor intrínseco a la democracia. Sobre todo ahora cuando difusión
es sinónimo de planeta.
Con respeto y reconocimiento para quienes defendiéndola, resisten.
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