La islaridad del generalazo

Es más fácil que suceda de lo que parece. Napoleón terminó delirando sus días de gloria refrigerado en una isla. ¿Al final envenenado? La retaguardia: aunque Santa Elena se llamará con 33.4 km2 para ser exactos. Longwood sin poder recorrer los todos al antojo y a su manera.
Un gran estratega. Indiscutible genio de la milicia. Referencia necesaria para entender las reglas del poder y sus límites. Los costos insondable por los excesos desquiciantes.
El exilio.
En el mejor de los casos. No lo quisieron encarcelar por pudor y por coraje.
Seis años de aislamiento por diez de soberbia. El genio bufando frente al oleaje.
Consideraciones que no aplican en todos los casos. ¿Te dejaran verlo?
La isla se convirtió, entonces, en el gran símbolo: la retaguardia sin autodefensa. Sin guerra ni guerrilla. Esta dicho.
No se puede esperar gran cosa de quien se envenena antes de que el arsénico llegue a su mesa.
La vanidad de creer que el mundo gira en sentido contrario sin ganar ninguna batalla importante. Tiempos modernos de las urnas que se llenan con traiciones a sí mismos.
El autoexilio. La retaguardia asegurada. La entrega de la plaza cuando Waterloo esta a la vista.
¿Waterloo?. No, bueno... cuando la derrota esta a la vista sin altercado, sin ejército, sin banderas. Sin frío invernal. Sin Moscú muriendo de hambre: sólo los dejado a la deriva. Ninguno. Cualquiera fuera del cobijo de una orden insensata. Todos, que como se ríen en silencio, te esperan.
Pequeño sin genio. Llamarte Napoleón quisieras. Y la isla, Santa Elena.
Prepara tu refriega contra los mosquitos de la parte extrema. Es fácil de calcular a cuantos te llevarás en los manazos.
A ninguno.
Sucumbirán antes de iniciar las oraciones paganas del camino. Naufragio sin corcho y sin patente. No podrán nadar hasta la isla que te queda.
Lo que te queda, clan, lo que te queda.


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