Corea se va a la... guerra

Vana miseria apocalíptica la que emana de la primavera.
Tambores de guerra. 
Son la causa más verosímil para la entereza.
Sin la payasada de los brinquitos enanos para bailar. Cabalgar en la explanada.
Los vecinos de la bravura quisieran sonreír. Sólo esperan en el anden para poder vivir.
Los demás prefieren no darse cuenta, hacer como sí nada, despejar la variable cotidiana como sí no hubiera incógnita reconocible.
¡Ecuánime! que todos los días son iguales.
Banderas.
Se decoloran las telas por el sol y la soba del trajín. Por no untar la piel con la maleza. 
¿Quien se viste de militar que no tenga un pie fuerte sin cabeza? Con tela gruesa.
Malvas dicen que deben cosechar. Un juicio para la jardinera sin que la defienda el parlamento, la jueza o la diplomacia.
No hay nada que los detenga.
¿Que le espera a una ojiva desafiante? Lo mejor de su existir: la propia espera. Preferir que no existiera.
Amenazan con extirpar los sentidos. Exaltarlos.  Insultarlos. La solución de paz esta en el exterminio mientras don pueblo ingiere frituras y traga desesperado las cervezas.
¿Hay otra manera de sobrevivir? No da la tierra.
Si la teoría fuera de matemáticas no habría cálculo diferencial que opinara sobre la loquera.
La guerra, la loquera: si Corea se va a la guerra el mundo se embarra de mierda.
Y mientras....
la primavera.

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