Cínica mente

¿Cómo se puede vivir el amor en el mundo del absurdo?
Muy fácil: disfrutando las contradicciones. Explotándolas. Exacerbándolas. Llevándolas hasta los extremos frágiles de sus propias incongruencias. Decir lo que quieres y hacer lo que quieras. Aunque sean dos cosas diferentes. Autoengañarte para tratar de atisbar la existencia de una conciencia que ya sabes que no existe.
¿Así de fácil?
Así se dice, aunque sólo es un decir. En las marcadas complicaciones está la esencia. No es de creer nada. Hay que creerse todo. Sin límites ni condiciones, pero marcando las reglas. Tus propias reglas. Confusión que no es. Enredo en verso y sin reversa. Hasta donde tope la tolerancia y los límites de la moral inversa. El cinismo mayor tiene su correspondencia en una sonrisa perpleja. Aparentemente ingenua. Sonrisa con beso de frente mientras la mirada se dispara dispar y escurridiza buscando guerra. La mejor mueca. Sólo cuídate de no ser el muerto al que le han anunciado y publicitado su funeral sin que te des cuenta.
¡Ah! el excitante riesgo del amor a tientas. El que se mete por las coladeras. El que no sabes si es o no es pero que te confirma lo que quieras cuando te enreda porque terminas sudando a raudales. Amor sin barreras.
La exaltación de los sentidos está en el riesgo, no en el placer de los huesos. Aquí y allá: en cualquier parte. Para eso son las inconsistencias del carácter: para batallar por nada. Sólo por el hecho, no por el lecho. 
De esos, cualquiera.


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