Coplas del Papalote 4

Se quedó prendada del campo visual de aquella mira; como filtro amarillo en el atavismo de los tiempos. Tiempos de ruptura; de volver a abrir la llaga. Me voy como llegué, por nada. Sin conocer los entretelones de su invento, el gran proyecto; solo la inercia de la apertura y de los empujones. El vaivén de la marea; su flujo hacia una meta incierta. La tierra prometida por nadie y que nadie conocía. Nadie es la fuerza propulsora. Nadie es la aventura: el forcejeo para iniciar una nueva vida solo tiene como fundamento que no se puede vivir de otra manera, en guerra, en tierra sombría. A riesgo de ser nada. Nadie en el sentido inverso del nadie poderoso que domina. Nadie vacío. Nadie desposeído. Nadie sin poder se ser: el nadie tan temido. De las arengas a medias, a tener que meterle el cuerpo entero. De la tangente al centro. Del análisis del enredo al corazón mismo de la madeja. El mejor camino es el que ya está, el que hay, el que llega, el que te encuentra. El mejor camino para ninguna parte por el miedo soterrado de quien no sabe abrir brecha: sumergirse entre la escarcha desconocida de las estrellas. Es decir, olfatear entre la polvareda y caminar erguido entre las piedras.
Era esto para decir qué dirán que era. Manojo de palabras sin reserva. ¿Como atacar el anquilosado esquema del apapacho entre tinieblas?: pegando donde duela. No olvidar. Cualquier signo, cualquier lugar. Gestoría del recuerdo que resuelva. Aún nos queda la solvencia de la raza organizada para navegar sin miedo entre las aguas turbulentas. Ampliar la sensación de comunicación sin ser rehenes de la sordera de la hoguera. Sin hacerlo dependiente. Desafiar a la tormenta y al remanso. Activar los inconscientes. Que los parásitos formateados en rutinas le teman a la palabra. No hay silla comodina en la que el villano se asiente para siempre.

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