El rostro interminable
Los temas tienen un final contrariado: como las canciones, como el cansancio de los cantantes, como la ilusión de los artistas que se tocan el alma con la mano izquierda porque quisieran conquistar con un suspiro el corazón de la audiencia. Cada protagonista quiere imprimir su propia conclusión a la trama.
Transitar hacia el final es renunciar al umbral de las emociones: para cruzarlo sin claudicar se necesita una monumental hilera de sinrazones.
Las razones se quedan adheridas a la piel, de sobra: para no huir y para no estar. Todo depende del espejo cuando se quiebra: estalla en pedazos pero la imagen caprichosa se esparce y se multiplica de mil maneras.
Al final no hay final: sucumbe ante la intriga de la sorpresa.
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